sábado, 28 de abril de 2018

Modo naturaleza


            Parece que la especie humana ha entrado en un ritmo de evolución fantásticamente rápido. Recuerdo una clase de sociología rural y extensión en la Facultad, donde un buen profesor, Alberto De Diego, mostró un cuadro que representaba los grandes hitos en el progreso de la humanidad. Los intervalos entre estos, al principio se medían en miles de años, por ejemplo entre el fuego y la rueda o entre la rueda y el uso de los metales.
            Lo grande es que en los siglos XIX y XX, todo empezó a acelerarse. La luz, la aviación, el teléfono, el cine y tantas y tantas cosas que se sucedieron en relativamente poco tiempo.
            Hoy, en pleno siglo XXI, los avances se miden en años, e incluso en meses. Hay un progreso técnico de vértigo ¿Hasta cuándo? Todo es breve, intenso. Se cuestiona la autoridad y los pocos valores que quedan en pie. Las comunicaciones de todo tipo nos llenan la cabeza de ruido y dejan poco espacio para pensar.
Frente a los dilemas morales cuesta mucho tomar decisiones. Siempre que alguien se planta convencido, surgen voces que lo contradicen con igual convicción. Y esto en una sociedad con muchas cosas en común. Imaginen lo que pasa cuando se trata de individuos de distintas culturas.
Temas como el matrimonio igualitario, la eutanasia, el aborto, la pena de muerte, el poliamor y otras variantes o la educación, despiertan encendidos cambios de opiniones.
Uno mira, siente los cambios y escucha hablar y hablar a tanta gente, pero la verdad es que noto mucha más convicción en los que viven cerca de la tierra. Parece que están en “modo naturaleza”. Para ellos todo es más simple. Sin vueltas.
La vida, la muerte y las relaciones se viven más fácil en “modo naturaleza”. Los animales inspiran y nos guían. Son pacientes, resignados, corajudos cuando hace falta, familieros y buenos compañeros. No dudan. Hacen lo que hay que hacer y listo.
Deberíamos mirar más al campo, su gente y sus bestias, para tener buenos ejemplos.   


jueves, 19 de abril de 2018

Una porquería

 Así lucía la vaquillona en el campo.

 Apenas agarrada en el cepo.



-¡Ni idea que puede ser!- Me dijo Andrés mientras tomábamos mate en la veterinaria -¡Mejor andá y estudialo!
Cuando vi al animal en la manga pensé: ¿Que porquería es esto? La vaquillona cruza, lucía una especie de mueca burlona, con un hueso descarnado colgando de su maxilar superior. Andrés prefería ni mirar. Pero en cuanto la agarramos en el cepo, nos dimos cuenta del engaño. Se trataba de la escápula de algún otro animal muerto en ese campo, a la que la pobre bestia seguramente empezó a lamer y roer hasta que la pieza se encajó perfectamente en su cara.
¡Cosas que tiene la naturaleza!

jueves, 12 de abril de 2018

Un buen hijo


-¡No te creo!
-¡Y bueno! Mañana lo vas a ver.
Al día siguiente me fui hasta el campo de Norberto. Tiene 60 o 70 ovejas. Una majadita para consumo propio. Llegamos caminando hasta el potrero, a unos 800 metros de la casa, acompañados de la perrita Mancha. En cuanto empezó a ladrar, las ovejas, acostumbradas al encierre diario, enfilaron para el corral del monte junto con sus corderos.
-¡Ahora vamos a quedarnos quietos y esperar! –Dijo Norberto
Enseguida, una de las ovejas, comenzó a dar vueltas en círculo, mostrando el clásico signo nervioso llamado torneo, mientras sus compañeras se alejaban. Y cuando ya se habían retirado casi 500 metros, comenzó lo increíble. Del fondo de la majada, se apartó un cordero de alrededor de 20 días y volvió corriendo hasta la doliente. Era su hijo. Pronto se paró al lado de su mamá, que giraba descontrolada, y esta, al sentir su contacto se quedó quieta un buen rato, hasta que pareció calmarse. Entonces, el pequeño comenzó a caminar despacito hacia el monte, cuidando de que su madre estuviera pegada a él en todo momento.
Allí nos quedamos como 15 minutos hasta que de a poquito, llegaron al corral junto con las otras.
Después me puse a revisar a la madre, buscando la causa del torneo, pero esa es otra historia. Lo más notable ya lo había visto.

martes, 10 de abril de 2018

Operando a la zaina







-¡Che dotor! ¡Decime la verdad! ¿Alguna vez arreglaste algo así? –Me preguntó la yegua zaina en un momento que me acerqué a darle una endovenosa en la yugular.
-¿Por qué? ¿Tenés miedo? ¡Esto va a ser como cantar y coser!- Le contesté en voz baja, haciendo una especie de juego de palabras con la operación que estaba preparando. De todas maneras me parece que no lo entendió. Los caballos son inteligentes pero no pescan nuestras sutilezas.
-¡No es que no te tenga fe, che dotor! Lo que pasa es que me preocupa no quedar bien y no poder tener más potrillos.
-¡Mirá zaina! Lo que tenés se llama cloaca recto-vaginal y es un desgarro de la zona perineal que se produjo durante el parto de esa linda criatura que está esperando para mamar. Es cierto que algunos de los primeros casos que operé fracasaron, pero también es cierto que casi todos los hechos en los últimos años han quedado muy bien. Por eso te digo que te quedés tranquila.
-¡Que bueno! ¡Entonces metalé tranquilo y haga las cosas bien che dotor, que no veo la hora de pararme y correr a ver a mi muchacho! ¿No es lindo? Me parece que cuando sea grande  va a ser rosillo como el padre.
Y mientras charlábamos de todo un poco, siempre en voz baja para que los humanos que nos miraban no pensaran nada malo, le reparé las partes traseras a la zaina de la mejor manera.
Veremos cómo evoluciona en la próxima visita que le voy a hacer dentro de algunos días.   

domingo, 8 de abril de 2018

De vuelta a casa


Estaba viendo que este blog cayó en el abandono después de los intensos relatos del viaje en bicicleta ¡Una lástima! Aunque no todo está perdido. Es cuestión de acomodar un poco el jardín, sacar los yuyos y seguir escribiendo nomás.
El raid ciclístico me dejó en un estado casi contemplativo. Ahí tengo detenida la creación de la próxima obra de teatro y dejé de poner cosas en este lugar. Tal vez porque solo me dediqué a lo apremiante, que son las notas para Visión Rural, las Gacetillas mensuales de la veterinaria y las charlas en la TV.
Desde mediados de febrero, ha habido mucho trabajo en el campo. Fueron casi dos meses muy movidos, sumado a que ya estamos en plena temporada de tactos, así que la fajina es demoledora. A eso me refería cuando me preguntaban cómo iba a hacer para pedalear tanto sin estar entrenado. La verdad es que al lado del trabajo fuerte en la manga que lleva horas y horas, sentarse en una bicicleta solo a pedalear y mirar los pajaritos es completamente aliviado. Tal vez alguno recuerde una vieja nota que titulé: “El atleta veterinario”, donde describía las increíbles condiciones físicas que nos demanda nuestra profesión a campo. Ese es el mejor entrenamiento posible. Particularmente, me tomo el trabajo como una forma de “estar en forma”. Hago todo con intensidad, y si bien llego a la noche molido, al día siguiente me levanto lleno de energía.
En eso estamos, pasando estas semanas con escasas lluvias, caminos polvorientos y mangas donde las vacas levantan nubes de tierra suelta, que nos dejan los ojos en compota. Contentos con este noble oficio-profesión.  

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...