lunes, 25 de mayo de 2009

El chaparrón

Largamos los caballos en un corral de palos y al pasar con los recados al cerco de la casa, vimos las gallinas, pollos y gallos amontonados en un rincón del patio, debajo de una chapa, espiando a los dos barbudos recién llegados.
Javier y yo habíamos tenido que desviarnos de nuestro camino y recorrer las tres leguas de más, hasta lo de este hombre que habíamos conocido en un viaje anterior, apurados por la tormenta inclemente.
¡Si no te agachás un poco no podés pasar! Me dijo Martinez ¡Y sí! ¡Era así nomás!…Me tuve que agachar para poder pasar debajo de los flecos de paja vizcachera que cubrían la mitad del hueco que hacía de puerta.
La sensación fue de lo mas reconfortante. Despues de horas de aguantar el viento penetrante, el frío y los chaparrones finitos como agujas, que mas parecían de hielo, entrar en el rancho de adobe, con paredes gruesas y solamente una ventanita cerrada al fondo, me hizo sentir la tibieza que debe sentir el pajarito al encontrar un nido de hornero cuando lo azota un temporal.
En el medio del lugar, de piso de tierra bien barrido, un aro grande de metal, contenía un fuego que cumplía dos funciones maravillosas, calentaba la habitación y cocinaba un pedazo de costillar al asador, que se derretía en grasas que chorreaban hasta el suelo.
Todo era una invitación a estar bien. Martinez nos hizo sentar en unos banquitos de madera muy bajos, alrededor de la fogata, y nos convidó el primer trago de caña mientras se hacía el asado. Pusimos los pies, con las botas de cuero empapadas, sobre el aro de metal para empezar a secarnos las pilchas y se armó una charla que se fue animando a medida que pasaban las horas y que el fuego nos secaba por fuera y los tragos y la carne nos calentaban por dentro.
A eso de las diez de la noche, despues de comer hasta hartarnos, Martinez puso unos cuantos troncos gruesos que mantuvieran las brasas, y nosotros tendimos nuestros recados cerca del fuego. Afuera la tormenta rugía. Adentro del rancho nos dormimos como potros en cuanto nos acostamos…¡Mañana sería otro día!

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