domingo, 31 de mayo de 2009

Pacientes muy enfermos



Desde mi época de estudiante el tema del sufrimiento animal y la muerte me daba vueltas por la cabeza. En aquellos años todavía "cazábamos" perros callejeros para operar en nuestras clases de cirugía en la Facultad. Comencé a tomar mas en serio esto, cuando entré de ayudante en la cátedra de Fisiología y empezamos a trabajar con animales con el corazón descubierto, a canalizar colédoco, uréteres y conducto pancreático, a graficar actividad cerebral y cardíaca frente a la inyección de distintas drogas, y otras delicias.
Realmente eran actividades muy impresionantes para los estudiantes que lo veían por primera vez, y considero que esa impresión ayudaba a que los datos que se les entregaban quedaran vivamente grabados en su memoria. Del mismo modo, pienso que a operar solo se aprende operando y bajo la tutela de un maestro. No hay manera de desarrollar una destreza viendo una película, o sin tocar y sentir el calor de una víscera o la tensión de un tejido.
El asunto es que con los años, y merced a la actividad de las asociaciones protectoras, se ha limitado enormemente la posibilidad de trabajar y estudiar sobre animales vivos. Esto no lo juzgo. Simplemente es así. Pero por aquellos años, el límite ético era la conciencia del que estaba a cargo, y en un momento escribí un listado de requisitos con los que manejarse al utilizar animales para experimentación. No sé donde quedó este escrito, pero recuerdo que comenzaba diciendo que es imprescindible para el cirujano trabajar con animales vivos. Despues daba una serie de detalles de como tratar estos animales y evitar todo sufrimiento en ellos, con adecuados protocolos anestésicos.
Y así se pasaron aquellos años de estudiante y los primeros como profesional. Con principios elementales sobre el trato de los animales, pero sin haberme metido de lleno en el tema de la eutanasia. Debo reconocer que instintivamente tenía resistencia con este tema, y no es que tenga prutitos en matar animales para consumo personal, o cazar otros que irán derecho a la olla con arroz, pero el tema eutanasia no lo tenía muy claro.
En veterinaria, sobre todo con los pequeños animales, es muy común esta práctica. Cuando el propietario de una mascota ya no aguanta tener un enfermo muy grave o un accidentado en su casa, le pide al veterinario que le evite el sufrimiento, y entonces, el amable colega lo manda derechamente al cielo de los animales, sin que los interesados se lo pidan. Esto tampoco lo juzgo.
Simplemente tomé otro camino desde el caso de Roña.
Un día entre los días de la profesión, en pleno verano, apareció en la veterinaria un hombre muy triste con su perro, un lindo animal cruza con Dobermann, llamado Roña. Un auto lo había atropellado y pisado. El pobre bicho tenía literalmente desechas las últimas vértebras toracicas y el tren posterior paralizado por completo. Al palparlo se notaban los trozos de hueso bajo la piel, en el lugar donde antes hubo una flexible columna vertebral. Naturalmente, y usando toda la lógica médica, le dije que aquello era terminal. No había posibilidad de que se pudiera curar. Me preguntó si yo lo mataba "para que no sufriera" y le dije que no hacía eutanasia, aunque interiormente pensaba que si había un caso en que se justificaba, era ese. Nos despedimos y ya no supe de Roña.
Un mes despues, este hombre vino a consultarme. Contó que ningún vecino se había atrevido a pegarle un tiro a Roña, y que tenía el perro metido en un galpón. Lo fuí a ver. Daba lástima. Estaba muy flaco y se movía apenas con las manos, arrastrando sus patas muertas por el piso de tierra. Tenía enormes llagas en la piel y las moscas revoloteaban alrededor, tratando de colarse en algún tejido sangrante para poner sus huevitos ¡Pobre Roña! Pense. Le curé lo mejor que pude las heridas y la dí algunas vitaminas para reemplazar en parte todo lo que le faltaba en ese cuerpo herido.
Despues de esto, pasó algún tiempo mas en que casi me olvidé del Roña. Llegó el otoño y ya no hubo moscas. Un día pasé por la casa. Me acordé de él y bajé a verlo. Seguía en el galpón pero tenía un gesto alegre. Ya se movía vivamente con las manos, aunque las patas seguían colgando inertes. Volví a palpar las vértebras y se notaba una masa osea en el lugar donde antes solo había fragmentos. Se había formado un gran callo cicatrizal. Recuerdo haberle dicho al dueño que si seguía así, era muy posible que pudieramos hacerle un carrito donde poner su tren posterior, para que pudiera desplazarse comodamente sin lastimarse.
La vez siguiente que lo ví ya producía una mezcla de piedad y risa. Los cuartos traseros se le habían atrofiado y alivianado tanto, que ahora caminaba con las manos, levantando la última parte del cuerpo y haciendo equilibrio. Parecía un trapecista, pero de esta manera, ya no arrastraba las patas, y hasta parecía que las movía.
Y por fín, casi ocho meses despues del accidente, lo encontré por primera vez en la calle. Había recuperado el movimiento de las patas y caminaba con "tranco de borracho" como me dijo el dueño, porque las caderas le iban de un lado a otro sin control...¡Pero caminaba de nuevo! A partir de allí, cada vez fué tomando mas fuerza, hasta volver a andar normalmente en unos cuantos meses mas.
Y en los siete años que vivió, cada vez que lo veía pasar corriendo y ladrando atras del auto de su dueño por todo el pueblo, pensaba en que si hubiera hecho lo que la ciencia médica me dictaba, Roña no hubiera tenido la alegría de vivir el tiempo que le había tocado, y sus dueños de disfrutarlo.
Por eso, cada vez que me toca un caso así, y el propietario se niega a volver a casa con su mascota, si veo que ya no hay cuidados que brindarle, me voy hasta algún lugar lindo en el campo. Elijo un sitio cómodo, con plantas y mucho verde, donde haya un buen sol y agua cerca, y allí dejo confortablemente instalado al moribundo y que la naturaleza decida la hora en que tiene que tomarse el buque que lo llevará bien lejos... ¡Y la verdad! Hasta ahora ninguno me ha pedido que lo mate personalmente.

4 comentarios:

  1. QUE BUENA HISTORIA,RECUERDO QUE HACE POCO HABLAMOS EN LA VETERINARIA DE LA AUTANASIA Y ME DIJO EXACTAMENTE LO RELATADO,QUE GRANDE!!!!!!!!!

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  2. Jorge, soy colega suyo, rendí el final de "nervios" con usted, de casualidad encontré su blog buscando fotos de veterinarios trabajando para mostrarle a mi hija de 2 años, sus relatos me hacen acordar a un libro que leí hace un tiempo de un veterinario ingles, Creo que se llama todos los seres vivos o parecido. Me tomaré el tiempo para leerlo con tranquilidad. Waldino Castellucci. Cnel. Pringles.

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  3. Perdón me comí una "o" digo "nervioso" (Fisiología del Sistema Nervioso" Waldino Castellucci.

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  4. Excelente historia, yo estuve estudiando auxiliar veterinaria, y de verdad aprendí a amar mas aun a los animales.

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Un Veterinario y las Mujeres Guerreras

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