lunes, 1 de noviembre de 2010

Ese pedo

Si hay un hombre aficionado a los caballos ese es Severiano Acosta. Trabaja desde joven en la Estancia La Alegría, cerca de San Cayetano, y ahí se hizo hombre aprendiendo todo lo que sabe del viejo Pepino Fernandez, ya fallecido, pero vivo en el recuerdo de la gente de a caballo de la zona.
Ese día, Severiano tenía que llevar la tropilla hasta el 4, un potrero bien empastado donde los caballos podrían engordar a su antojo. Iba a pasar por la costa del Río Quequén. Ensilló temprano con dos peones más, y acomodó los overos que había ido juntando con tanto esfuerzo.
Salieron al galopito. Él llevaba del cabresto a la madrina, una lobuna malacara que era su crédito. El pasto húmedo de rocío y el sol que despuntaba los puso contentos.
Pero de pronto, entre las pajas altas de la costa, se levantó un avestruz que estaba empollando, y abriendo grandes los alones se les vino encima. La lobuna se sentó, le quitó la soga de las manos a Severiano y cuando se vió libre, disparó costeando la barranca del Quequén seguida por los overos.
Y allá se fué la tropilla en loca carrera, con la gente por detrás. Y de pronto lo peor. Uno de los caballos que corría mas cerca de la barranca, perdió pie y dándose vuelta en el aire, cayó de cabeza en la orilla del río, tres metros mas abajo. En el golpe se torció el cogote, y largando tremenda ventosidad por sus partes, pegó dos patadas y se murió.
Severiano, hombre conocedor del caballo, miraba todo desde lo alto. Y como sabía tanto, se dió vuelta hacia sus compañeros y les dijo gravemente: -¡Dejenló muchachos, no hay nada que hacer, ese pedo no fué natural!-

1 comentario:

  1. hay pedos y pedos, hay que ser conocedor noma'.
    Muy bueno un abrazo Doc!!!!!!!!!!!!!!

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