sábado, 19 de febrero de 2011

Se calentó el manso

El tuerto Aguirre siempre fué un tipo manso. Pero guarda cuando un manso se calienta.
Ese día llegaron los tres compañeros de trabajo hasta el boliche de Martinez, en un rincon de San Manuel, a tomar la copa. Se caía la tarde y Martinez sirvió la primera ronda de ginebra. Tomando y charlando se les pasó el rato hasta que Salas y Alvarez se despidieron y arrancaron para el campamento.
El tuerto pidió el último trago y no se sabe bien por qué, en un momento empezaron a discutir con el bolichero. Un viejo amargo con fama de malo.
Frente al boliche vivía Villa. Cuando sintió los gritos, se metió entre las sombras de la calle y se quedó espiando. Despues contó que en un momento, Aguirre manoteó un sifón y se lo pegó en el medio de la cabeza al viejo. Se vé que ahí el tipo se asustó y quiso disparar para afuera, pero al llegar a la puerta, Aguirre lo alcanzó y le enterró la primera puñalada cerca de los riñones. El viejo gritaba como un chancho pidiendo ayuda -¡Me mata! ¡Me mata!-
Y lo mató nomás. En cuanto Martinez cayó en la vereda, Aguirre le metió cuatro o cinco puntazos mas en la panza y después lo degolló, cortandole el cuello de oreja a oreja.
Según dijo Villa, Martinez pataleó un poco y al rato se estiró fuerte cuando lo alcanzó la guadaña, entonces Aguirre, en lugar de esconderse, volvió hasta el mostrador, se empinó lo que quedaba de la botella de ginebra, pagó lo que debía dejando unos pesos al lado de la copa y se fué al tranquito.
Al día siguiente lo llevaban detenido para Batán donde pasó ocho años preso.

1 comentario:

  1. Decímelo a mí! Esquivé Batán pero por un pelito! Cómo vos decís Jorge: guarda con los mansos... Te mandamos saludos todos por aquí. ¿Y no hay más historias como las de Lugano? Las esperamos.

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