T
Tuve que amputar porque llevaba varias horas en el barro
Una llovizna fría humedecía el campo. Llegué con la camioneta hasta muy cerca de la vaca. Era una prima de la vaca Aurora, que al parir tuvo un tremendo prolapso de utero. Cuando paré el motor y me empecé a preparar para el trabajo, sentí que lloraba despacito. Yo estaba solo así que pude hablarle.
-¿Como estás?-
-¡Muy mal!- Me dijo -¿No me vé dotor?-
-¡Y sí! El prolapso es completo, pero vas a ver que te voy a acomodar- Le dije con optimismo.
-Pero no es por el prolapso. Estoy mal porque se murió mi ternera al nacer. Lo mío no me importa-
Por un instante no supe que decirle. Me había olvidado que en la naturaleza el impulso vital es tan fuerte, que cualquier animal dá prioridad a su cría para que la vida continue
-¿Y no te duele?- Dije para volver a lo de ella
-¡Nó! Me molesta nomás- Y otra vez empezó a llorar mientras los mocos le caían en el barro donde estaba tumbada.
-¡Bueno! Quedate quietita que te voy a operar, y si Dios quiere, pronto vas a estar bien y dando leche con tus amigas en el tambo-
No me contestó
Hice mi trabajo pero no me atreví a decirle que al amputarle el útero, ya no volvería a tener un ternero. Creo que ella lo sabía pero tampoco dijo nada. Terminé, la ayudé a enderezarse y le saqué una última foto antes de irme. Seguía triste pero con la educación de las Holando, tan europea, me despidio con cortesía: -¡Chau dotor! Gracias por todo. Ojalá nos volvamos a ver.
Y me fuí despacio, agradeciendo como siempre poder aprender tanto de mis pacientes.
-¿Como estás?-
-¡Muy mal!- Me dijo -¿No me vé dotor?-
-¡Y sí! El prolapso es completo, pero vas a ver que te voy a acomodar- Le dije con optimismo.
-Pero no es por el prolapso. Estoy mal porque se murió mi ternera al nacer. Lo mío no me importa-
Por un instante no supe que decirle. Me había olvidado que en la naturaleza el impulso vital es tan fuerte, que cualquier animal dá prioridad a su cría para que la vida continue
-¿Y no te duele?- Dije para volver a lo de ella
-¡Nó! Me molesta nomás- Y otra vez empezó a llorar mientras los mocos le caían en el barro donde estaba tumbada.
-¡Bueno! Quedate quietita que te voy a operar, y si Dios quiere, pronto vas a estar bien y dando leche con tus amigas en el tambo-
No me contestó
Hice mi trabajo pero no me atreví a decirle que al amputarle el útero, ya no volvería a tener un ternero. Creo que ella lo sabía pero tampoco dijo nada. Terminé, la ayudé a enderezarse y le saqué una última foto antes de irme. Seguía triste pero con la educación de las Holando, tan europea, me despidio con cortesía: -¡Chau dotor! Gracias por todo. Ojalá nos volvamos a ver.
Y me fuí despacio, agradeciendo como siempre poder aprender tanto de mis pacientes.