Ayer volvían a dar la película en la que intentan explicar si fué posible que sucedieran las plagas que menciona la Biblia, como enviadas por Dios, para liberar al pueblo elegido de las garras de los egipcios.
Ya la había visto. Es muy buena. Pero me hizo acordar de algo que siempre quiero hacer y nunca empiezo, y es llevar un registro de los fenómenos que encuentro año tras año andando por el campo.
Los que viven cerca de la naturaleza sabrán que esto es así, pero tal vez los citadinos no lo podrán creer. La cosa es que hay años para distintos animalitos grandes y pequeños. Así hemos tenido años de ranas y sapos donde parecía que una alfombra de batracios cubría el asfalto de la ruta cuando uno viajaba; han venido años de tucuras, y entonces al caminar en una pastura quedábamos envueltos en nubes de insectos saltones; otros de chinches verdes que pintaban de ese color ventanas, puertas, vehículos y cuanto andaba por el campo; otros de mosquitos que me hicieron un día cubrir los brazos con pasta Cacique mientras hacía una cesárea y al final terminé con una irritación fatal; otros de bicho moro que arrasaron con cuanto vegetal pudieron comer, sobre todo las verduras de las huertas, y así podría seguir con la larga lista. Pareciera que son años especialmente favorables para el desarrollo de determinado bichito o que faltan sus depredadores naturales.
Que yo sepa no van quedando registros de estos fenómenos periódicos ni he visto que se intentaran explicaciones, pero que los hay, los hay. No sé si en épocas en que el hombre no era tan influyente en los fenómenos naturales esto pasaba, pero por qué no pensar que en tiempos de los egipcios ya sucedieran estas cosas. ¡Capaz que además de las opiniones de los expertos de la película que les dije, estamos con argumentos para dar otras versiones de las siete plagas de Egipto!
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