lunes, 19 de julio de 2010

El laser de galio

El hombre, de apellido San Martín, llegó una tarde a nuestra oficina en la Expo de Palermo, pidiendo unos minutos para promocionar algo revolucionario. Estábamos los cuatro veterinarios del Servicio y nuestro jefe. Lo hicimos pasar y entonces, con gestos teatrales y voz de locutor, el tal San Martín nos mostró…¡Un laser de galio! Y con santa paciencia nos explicó que este laser especial entrega energía a las células dañadas, haciendo que los electrones de todos sus átomos tomen órbitas más alejadas del núcleo, adquiriendo así esa energía del laser para procesos de reparación.
-¿Alguno de ustedes tiene algún dolor?- Preguntó San Martín. –¡Si quieren lo probamos!-
Y nuestro jefe, decidido, se adelantó diciendo que desde unos días atrás tenía un dolor persistente en el cuello, tal vez producto del stress de la atención sanitaria que habíamos encarado.
-¡No hay problema!- Dijo San Martín. Y le apunto el pistolón directamente al área afectada. Pero parece que mientras el tiqui-tiqui del laser bailaba por detrás del oído derecho, alteró también el aparato vestibular de la víctima, porque de pronto el jefecito se puso blanco y duro, y cayo redondamente de cabeza contra un escritorio.
San Martín, asustado hasta lo increíble, se zambulló sobre el jefe tratando de reanimarlo y balbuceando montones de boludeces. Estaría calculando la cagada que se le armaría si el hombre se moría allí mismo.
Por suerte el Dr. Juan, que así se llamaba el jefe, abrió los ojos y fue recuperando de a poco la normalidad. Ahí estuvimos un buen rato tratando de interpretar lo que había sucedido, pero lo mas grande fue que a partir de ese día no volvió a sentir ningún dolor en el cuello.
Y tan contento quedó nuestro jefe, que el día que vinieron a avisarnos que un caballito de la raza petiso argentino había tenido una lesión lumbar, no dudamos en volver a llamar a San Martín ¡Pero esa es otra historia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...