domingo, 4 de julio de 2010

El primer auto

Rómulo Leguizamón tuvo su primer auto a los 68 años porque su hijo le insistió que era lo mejor para venirse al pueblo, sobre todo los días fríos o de lluvia.
Y como el muchacho andaba en la compra-venta de vehículos en Mar del Plata, se le apareció un día con un impecable Falcon gris. El viejo lo miró entusiasmado y la mujer acarició despacito el tapizado negro con orgullo ¡Por fin el primer auto cuando creía que nunca iban a poder salir del sulky!
Pero Leguizamón no sabía manejar.
-¡No es problema! ¡Es fácil!- Dijo Rubén siempre optimista. Y se lo llevó al medio de un rastrojo de soja, y en unas pocas palabras le explicó el asunto de los pedales y los cambios ¡Total! Pensó Rubén. Para ir hasta San Manuel son solo seis kilómetros de tierra. El viejo va a andar bien.
Y el lunes a media mañana, después de recorrer, Leguizamón se subió a su auto y encaró para el pueblo para comprar galleta, y de paso florearse un poco.
Y llegó al pueblo nomás. Pero hizo todo el viaje en primera porque no atinó a poner segunda con la tensión de la manejada ¡Pero llegó! Igual él no tenía apuro.
Se bajó en la panadería, compró el pan, y estuvo conversando un rato con algunos conocidos. Dicen que estaba bastante agrandado. Y como a las 11 salió de vuelta.
También hizo el viaje en primera, casi a 20 kilómetros por hora, mientras el motor se enroscaba en un montón de revoluciones. Ese bramido oyó la vieja cuando Rómulo se acercaba y salió a recibirlo.
El pobre viejo levantó la mano para saludarla, el Falcon se le descontroló, encaró como venía contra unas plantas de eucaliptus al costado del galpón, y se estampillo contra un tronco.
Ahí nomás quedó el auto nuevo como dos meses. Don Rómulo, enojado, no quería ni mirarlo. Hasta que un día el patrón le dijo que lo sacara de ahí porque quedaba feo verlo todo deshecho contra el árbol.
Y Don Rómulo y su mujer siguen viniendo en sulky al pueblo.

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