miércoles, 7 de julio de 2010

Los conejos de Palermo

Aquel año de 1988, el Laboratorio Estrella Merieux, inauguró el servicio veterinario en la Exposición de Palermo, contratando cuatro profesionales con distintas orientaciones. Y allá fui yo. Ya tenía un buen tiempo de trabajo en la profesión, muchos casos vistos y horas de vuelo, pero no tantos como para perder la enjundia y la predisposición para atender cuanta bestia se me cruzara.
Así fue que, además de los bovinos, y como nadie se animaba a hacerlo, tomé también a mi cargo el galpón de aves, conejos y afines. Con aves había hecho bastante y conocía el paño, con algunos “afines” como chinchillas y nutrias también porque había trabajado en un criadero, pero con los que nunca había tratado era con los conejos.
Y entonces, fatalidad del destino, cierto día me llamó uno de los más importantes criadores del país para asistir un animalito suyo. Era un hermosísimo conejo macho de la raza Gigante de Flandes que pesaría unos nueve kilos y estaba enfermo. Caminé hasta el lugar tratando de recordar algunas particularidades de estos animales. El asunto de su ciego parecido al del equino, los detalles genitales que los adornan y cuantos datos tuviera en mi memoria. Mientras tanto, el tipo me iba contando lo que notaba en el paciente.
Llegamos a la jaula y allí estaba yacente la bestia. Y me encontré con que tampoco tenía idea de cómo agarrarlo porque abrí con decisión la puertita y estiré mi mano tomándolo por sus delicadas orejas.
El grito del dueño me paralizó: -¿Qué hace?-
Yo solté el bicho inmediatamente y lleno de confusión le contesté que tenía que revisarlo.
-¿Usted ha trabajado con conejos?-
-¡Nó! ¡Nunca! ¿Por qué? ¿Se nota?- Le dije sonriendo un poco para cortar el mal momento.
El hombre me miró unos segundos sin decir nada y después largó la risa -¿Y de donde sacó que los conejos se agarran de las orejas?-
-¡De los dibujitos de Bugs Bunny!- Contesté. Y ahí sí, el candidato se rió con ganas y me perdonó la barbaridad que podría haber dejado sin competir su conejo, ya que cuando se los levanta de las orejas se producen tremendas hemorragias.
Al hombre le gustó mi sinceridad y para ayudarme, me contó unos cuantos secretos de estos bonitos animales. Me vino bien, porque en los días siguientes tuve que atender un montón de casos respiratorios
¡Por suerte ya estaba canchero para agarrarlos!

3 comentarios:

  1. que linda anecdota doc. !!! y gracias por inculcarnos la sinceridad ante todo... siempre con una pequeña nota de humor, para romper el hielo con los criadores...
    jajaja
    saludos desde Tacna- Perú

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  2. jajjaja, q grande!
    Yo antes tenía la gran duda de una vez recibido uno de veterinario, estaba apto para atender a cualquier animal q se le cruzase, me dijeron que sí, y usted me lo confirma pero es un "sí" no muy firme. La experiencia lo es todo. A mi todavía me falta mucho, q miedo(!)
    un abrazo doctor!

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  3. A Claudia: Dicen que para mentir hay que tener una gran memoria, así que es mejor arrancar diciendo la verdad!!! Ja

    A Verónica: Es verdad que al recibirnos podemos atender cualquier animal solo que generalmente no sabemos "como" hacerlo. Por eso es tan necesario hacer una buena residencia con alguien que nos pase esos secretos.

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