domingo, 25 de julio de 2010

Teresa y las abejas

Supe tener la veterinaria en un local ubicado justo en la entrada sur del pueblo. La última calle es de tierra y enfrente vivía una señora muy mayor de edad y muy menor de cuerpo. Chiquita y llena de arrugas, pero vivaracha, chistosa y piscueta. Si me veía, siempre paraba un rato a conversar de pasada “al centro” para hacer los mandados.
Pero ese día fue distinto. Yo estaba en mi oficinita trabajando, y de pronto oigo las campanitas de la puerta que se agitaban con violencia y los gritos: -¡Spinelliiii! ¡Spinelliiii!- Corrí sobresaltado hasta el local, y me la encontré a ella hecha un ovillo y a mi empleada que la sostenía asustada.
-¿Que pasó Teresa? ¿Qué pasó?- Le pregunté notando que por lo menos no había sangre a la vista.
-¡Las abejas!¡Las abejas Spinelli! ¡Ayudemé!- Y se agarraba la cabeza.
Como pude la tranquilicé, y la ayudé a sentarse sobre unas bolsas de alimento balanceado que tenía allí mismo. Y ahí me contó mejor. Resulta que había pasado el camión de un apicultor trasladando varios cajones de abejas justo cuando ella cruzaba la calle. Y claro, cuando las curiosas obreras vieron la cabeza entrepelada de la dama, habrán creído que era una amenaza y allí le cayeron sin piedad.
-¿A ver?- Le dije y me puse a apartarle los pocos pelos overos con la mano…¡Y encontré el primer aguijón! Y después otro y otro. En total le saqué once agujas envenenadas del cuero cabelludo.
Y lo más lindo fue que la buena de Teresa, cortita como era y sentada allá abajo en las bolsas, me abrazaba las piernas mientras yo trabajaba, encontrando no se que consuelo en esto y provocando la sonrisa socarrona de mi empleada.

2 comentarios:

  1. increible... q dolor habra sentido Teresa, pobre!

    y en 48 años se puede hacer mucho todavía!
    y, aunque a mi me enseña bastante con el blog, me gustaria poder ser alumna suya cuando vuelva a enseñar. Pero no abandonde el blog, por favor, je.
    Saludos doctor!

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  2. Las Abejas Spinelli!... JaJa..me saco una sonrisa Dr.

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