Llegué al campo y no había nadie. Solo la vaquillona
que tenía que atender encerrada en un cargador. Me las tuve que ingeniar para
inmovilizarla, porque la tipa tenía unos nervios locos y me quería agarrar a
golpes contra las tablas. La até con mucho trabajo a un palo, le puse la
mocheta y como seguía queriendo encarar cada vez que me acercaba, me tuve que
sacar el pulover y taparle los ojos. Recién ahí pude darle la inyección
endovenosa que necesitaba.
¡Más vale maña que fuerza! ¡Lástima que ahora tengo
que lavar mi abrigo!
Ja!Ja! Muy ingenioso...
ResponderEliminarRaro que no le hayas hecho una de tus maniobras volteadoras.