martes, 14 de marzo de 2017

Con la santa paciencia


Llegué al campo y no había nadie. Solo la vaquillona que tenía que atender encerrada en un cargador. Me las tuve que ingeniar para inmovilizarla, porque la tipa tenía unos nervios locos y me quería agarrar a golpes contra las tablas. La até con mucho trabajo a un palo, le puse la mocheta y como seguía queriendo encarar cada vez que me acercaba, me tuve que sacar el pulover y taparle los ojos. Recién ahí pude darle la inyección endovenosa que necesitaba.

¡Más vale maña que fuerza! ¡Lástima que ahora tengo que lavar mi abrigo!

1 comentario:

  1. Ja!Ja! Muy ingenioso...
    Raro que no le hayas hecho una de tus maniobras volteadoras.

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