En plena cesárea
El ternerito deforme
La vaca de velorio
Pero la cosa se complicó. El día del parto, Arturo
Ordoñez la encontró haciendo pujos sin poder largar su cría. A la pobre se le
caían las lágrimas porque sabía que cada minuto que pasaba era menos esperanza
de que su bebé naciera vivo. Ordoñez es muy baqueano en esto de atender partos
y en cuanto le metió la mano supo que el asunto era para cesárea. Me llamó
desde el corral mismo donde la tenía encerrada y en un rato llegamos con Juan.
La vaca balaba tristemente pidiendo que nos apuráramos
para cortarla. Por fin pudimos sacar el ternero. Pero eran todas malas
noticias. No solo salió muerto, sino que tenía una rara malformación que lo
hacía lucir como dos medio animalitos pegados entre sí. Una porción delantera
relativamente normal y los cuartos traseros pequeños y deformes.
-¿Y? ¿Cómo está doctor?- Preguntó ansiosa la mamá
-¿Vive?-
Lo cierto es que no tuve coraje para contarle la
verdad, así que me hice el sordo y me fui para la camioneta con todos mis
bártulos.
Al rato la largaron, y en cuanto se paró, se acercó
a su cría muerta ¡Pobre vaca! Lo estuvo mirando un rato largo, como velándolo.
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