Si uno dice que lo mejor es el asado, el tipo afirma
que no hay como el guiso carrero. Cuando el frío cala hasta los huesos, él anda
de manga corta. Si el sol castiga inclemente, aparece con una camperita
“liviana”. En las charlas de manga, cuando sale el infaltable tema mujeres y se
destacan las virtudes de alguna vecina, nuestro héroe dice que estamos locos y
que la mencionada no vale “ni dos tortas negras”.
Siempre a contramano. En todo.
En alguna fiesta o reunión en el pueblo, donde la
gente está mezcladita, si le toca una mesa de reconocidos radicales, Clemente
Bilbao, que de él estoy hablando, empieza como sin querer a ponderar el
gobierno de los K, mientras que si la mayoría es peronista, no se cansa de
elogiar a Raúl Alfonsín, diciendo que es el verdadero “padre de la democracia”.
Nadie sabe si está loco o se hace, pero la cuestión
es que hace mucho tiempo que nadie lo toma en serio.
Salvo que no lo conozcan, como cuando en la última
campaña electoral, llegó al pueblo para un acto partidario, un reconocido
político y candidato a presidente. San Manuel es muy chiquito y aporta pocos
votos. Tal vez por esto fue tan corta la visita.
El tipo dio dos vueltas de reconocimiento en un
helicóptero último modelo, y aterrizó en un baldío, al lado de la plaza donde
habían preparado un pequeño escenario para el infaltable discurso. Los
militantes locales rodeaban al candidato llenándolo de elogios y tratando de
cargarlo de energía.
Pero pasó lo que tenía que pasar. Clemente Bilbao se
apersonó cara a cara con el encumbrado político, lo saludo, y le explicó que
tanto gasto en viajes era al pedo, porque él estaba seguro que en las próximas
elecciones no ganaría ni contando dobles todos sus votos.
Dicen que el hombre se sorprendió un poco, pero
rápidamente se recompuso, puso su mejor cara y le agradeció el pronóstico con
una sonrisa irónica.
Pero por una vez, nuestro más conocido vecino tuvo
razón. El candidato que nos visitó perdió olímpicamente. Tal vez Clemente no
esté tan loco.
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