Las cosas más increíbles pasan cerca de San Manuel.
Hace
un tiempo, como a media mañana de un día soleado, cruzo el campo al trotecito
un ñandú macho bien alimentado y con las plumas prolijamente ordenadas. Es
sabido que los ñandúes son muy inteligentes y avispados, por eso, cuando lo vio
venir derecho hacia su familia, el ciervo jefe le hizo señas para charlar un
rato.
-¿Para
dónde va amigo ñandú?
-¿Cómo?
¿No saben nada?- Respondió el plumífero -Me dijeron que pasando estas sierras
donde viven ustedes, se está preparando algo grande ¿Por qué no vienen conmigo?
Dicen que va a estar muy bueno.
El
jefe ciervo, naturalmente desconfiado como todos los animales predados, sumó y
restó con su escasa ciencia, y movido por la curiosidad, decidió seguir al
ñandú con el resto de su familia.
Y
arrancaron la marcha. Al pasar un monte grande de Eucaliptus, sumaron a un
montón de liebres que estaban jugando tontamente al sol, y más allá se
acoplaron algunos cuises y varias comadrejas y zorrinos.
Desde
arriba de un pino, el viejo buho vio llegar un ejército tan desparejo, y
enseguida pregunto al ñandú, que parecía ser el jefe:
-¡Oiga
compañero ñandú! ¿De que se trata todo esto?
-¿Cómo
anda amigo Buho? Estamos yendo para allá – dijo señalando el horizonte -Me
dijeron que se está armando algo muy bueno.
-¿Y
quien le dijo semejante cosa?
-¡Mis
amigos los ñandúes!
-¿Y
por que no vienen ellos también?
-¡Vea
Don buho! Dijo de pronto el ciervo -Si usté no quiere venir no hay problema,
pero no nos haga perder tiempo.
Y
diciendo y haciendo, la tropa volvió a ponerse en movimiento lentamente, porque
las incorporaciones de los peludos y mulitas, les había quitado rapidez de
marcha.
Se
agregaron después varios zorros, pumas, caranchos, chimangos y perdices que
acompañaban con vuelos cortitos, como acostumbran las perdices.
Al
atardecer, la cantidad de animales que marchaban semejaba una marea en
movimiento.
Al
día siguiente la multitud llegó a las playas de Arenas Verdes. Y se toparon con
el mar. Inevitablemente era el final del loco viaje. Como era de esperar,
empezaron los cruces y reproches. Discusiones interminables derivaron en los
primeros mordiscos y escaramuzas. Se sucedieron patadas, cornadas, empujones,
cortes, heridos, contusos y unos cuantos muertos, antes de que el
acontecimiento terminara en un desbande generalizado.
Mientras
tanto, en la colonia de ñandúes, los amigos del viajero se preguntaban que
habría sido del aventurero. El más viejo y experimentado fue el que acertó al
decir:
-¡Debe
haber llegado muy lejos! Y seguro que hubo muchos que lo acompañaron, porque
basta un solo tipo decidido y con rumbo claro, para arrastrar multitudes ¡A
veces hacia la perdición!
Excelente
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