Domingo de maratón en San Manuel. Pleno mes de febrero y un solazo que para las nueve de la mañana ya castigaba de lo lindo. Yo me había anotado medio por compromiso porque hacía rato que no salía a correr, pero era la maratón del pueblo y me pareció que tenía que estar.
Temprano me fui hasta el Club de pesca a inscribirme, y me encontré con muchos amigos y conocidos de otras carreras. Hay gente que se recorre todos los circuitos de la zona y caras que se repiten.
Media hora antes de la largada empezamos a calentar dando vueltas a la plaza y yo, entusiasmado con las conversaciones y reencuentros, le metí sin parar no sé cuantas vueltas matizadas con “pasadas” a fondo de una cuadra. Calculo que habré hecho unos ocho kilómetros en esos trabajos.
Normalmente cuando corro me pongo colorado por el esfuerzo, pero ese día la falta de entrenamiento, el calor y estos preparativos, habían hecho que estuviera de un morado bastante particular, tanto que Miguel, un amigo del pueblo me dijo al pasar: -¡Ché! ¿Después de esto vas a correr también la carrera? Me parece que se te está yendo la mano con la entrada en calor-
Le contesté a las risas que lo hacía para intimidar a los rivales, pero la verdad ¡Ni que me hubiera hechado un maleficio!
Largué la carrera bastante bien aunque sentía en las piernas la carga de la movida. Los primeros kilómetros pasaron sin novedad, pero algo no andaba bien, hasta que faltando solo dos mil metros, el gemelo derecho se me hizo como una torta y me quedó la pata dura de tal manera, que apenas alcance a cruzar la meta caminando suavecito mientras charlaba con otro corredor que también había sufrido algunos desperfectos.
De todas maneras me puse contento cuando Omar, el muchacho que organizaba la carrera me dijo que en estas cosas ¡Terminar es ganar!
Temprano me fui hasta el Club de pesca a inscribirme, y me encontré con muchos amigos y conocidos de otras carreras. Hay gente que se recorre todos los circuitos de la zona y caras que se repiten.
Media hora antes de la largada empezamos a calentar dando vueltas a la plaza y yo, entusiasmado con las conversaciones y reencuentros, le metí sin parar no sé cuantas vueltas matizadas con “pasadas” a fondo de una cuadra. Calculo que habré hecho unos ocho kilómetros en esos trabajos.
Normalmente cuando corro me pongo colorado por el esfuerzo, pero ese día la falta de entrenamiento, el calor y estos preparativos, habían hecho que estuviera de un morado bastante particular, tanto que Miguel, un amigo del pueblo me dijo al pasar: -¡Ché! ¿Después de esto vas a correr también la carrera? Me parece que se te está yendo la mano con la entrada en calor-
Le contesté a las risas que lo hacía para intimidar a los rivales, pero la verdad ¡Ni que me hubiera hechado un maleficio!
Largué la carrera bastante bien aunque sentía en las piernas la carga de la movida. Los primeros kilómetros pasaron sin novedad, pero algo no andaba bien, hasta que faltando solo dos mil metros, el gemelo derecho se me hizo como una torta y me quedó la pata dura de tal manera, que apenas alcance a cruzar la meta caminando suavecito mientras charlaba con otro corredor que también había sufrido algunos desperfectos.
De todas maneras me puse contento cuando Omar, el muchacho que organizaba la carrera me dijo que en estas cosas ¡Terminar es ganar!
Uh!!! foto con el equipete que tus aprendices andan comentando!!! ;)
ResponderEliminarMe parece a mi o esos cortos conocieron el balneario de Honu Beach?.Muy buena la frase, lo importante es participar y llegar a destino!!
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