1º de enero. Estabamos en Necochea después de una noche de fiesta y me llaman los Requena, una familia de la zona de San Manuel, porque tenían una vaquillona que no podía parir. Dejé a los míos preparándose para pasar el día en la playa, y monté en mi viejo Renault 12 con rumbo a la veterinaria a cargar los útiles de trabajo, y despues al campo "La Oración".
Llegué pasado mediodía y me encontré un montón de autos y otro montón mas grande de gente. Los Requena se habían juntado la noche anterior y por ahí andaban chicos y grandes repartidos entre un picado de futbol, alguna mateada a la sombra de las plantas y otros ya metidos en el tanque australiano dandose los primeros chapuzones. Detras de la casa se asaba despacito un cordero gordo.
Precisamente cerca del tanque, pudimos por fin voltear a la parturienta y casi todos los Requena se fueron acomodando en el terraplén, que quedó formando una pequeña tribuna. Para la mayoría, gente de ciudad, la posibilidad de ver una cesárea era cosa increíble y se los veía de lo mas excitados.
Fuí preparando la operación, contento de poder trabajar con tanto público. Apliqué la anestesia local, rasuré y lavé la zona de la operación, y cuando tomé el bisturí para incidir se hizo un gran silencio. La hoja afilada corrió por la piel y cuando brotó la sangre de la herida, a mis espaldas se oyeron clarito las arcadas y el ruido de la vomitada de Rafael, un primo de Olavarría, que se vé que era algo delicadito de estómago. Retirado el afectado con algunos acompañantes, la cosa siguió normalmente hasta que al cortar el útero y aparecer la patita del ternero, la que cayó fué Virginia. La vistosa muchacha se desmayó y rodó por el terraplén casi hasta donde estaba la vaquillona, haciendo que varios parientes corrieran solícitos a auxiliarla. Y el desbande llegó cuando se movió la masa de gente y Rodolfito se desplomó de espaldas dentro del tanque. El muchachito estaba sentado en el borde y se empezó a sentir mal, pero en lugar de pedir ayuda quiso aguantar, y al final terminó de cabeza en el agua.
Ya el asunto era un despelote general, así que les pedí que dejaran el campo libre no fuera cosa que cortara a alguien con el bisturí, y terminé la cesárea solo con Carlos Requena entre risas y comentarios.
A la ternerita pampa le pusieron de nombre la vomitada, en honor a la descarga de Rafael. La anécdota quedó para siempre en la familia y se repite en cada fiesta, solo que a estas alturas y con el paso del tiempo, ya aseguran que fueron quince los desmayados.
jajaja siempre las historias se van poniendo mejor con el tiempo, doctor. Hace tiempo que estoy entrando espiando y disfrutando sin dejar ni un sólo comentario, así q acá va este, jeje.
ResponderEliminarTodavía no vi un sólo parto, así q estoy ansiosa por verlo y más por participar de uno!
Correr es una de mis actividades preferidas, no soy tan buena como quiero y entre parciales estuve descuidando la rutina que con tanto sacrificio habia comenzado, mañana comienzo de nuevo y capz algún día logre correr una maratón, soñar no cuesta nada dicen.
Muchas gracias por la entrada de los zorrinos, es muy buena info y los dibujos son muy claros.
Saludos, doctor, que tenga una buena semana :)
Una delicia este relato. Gracias, me encantó.
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