jueves, 9 de diciembre de 2010

Un día de yerra

Manejar el lazo es un arte. Y no hablo de los que lo usamos para trabajar y nos defendemos algo, sino de los verdaderos artistas que se crían correteando ovejas, terneros y grandes animales, con sus cuerdas bien engrasadas. Da gusto estar en una yerra y deleitarse con los enlazadores y pialadores que abundan por estas pampas.
Allá repuntan un lotecito de terneros en un rincón y el maestro enlazador, siempre bien montado, avanza con el lazo en la mano y una armada lo mas grande posible para que el tiro sea vistoso. En cuanto elige a uno de los terneros revolea suavemente, y como si fuera facil lo dificil, lo "toma" limpiamente y sale con él de tiro entre dos filas de buena gente pialadora que se cruza chistes y alaridos. Llegado a la punta del callejón lo suelta y el animalito, al buscar a sus compañeros, se manda a la carrera entre montones de lazos que se alzan en el aire. Y salen entonces los tiros de volcado o de reves hasta que alguno lo piala de la mejor manera y el animal, sujeto de ambas manos, cae dando una vuelta en el aire, mientras algunos corren a "apretarlo" y manearlo, dejandolo listo para castrar, marcar y eventualmente señalar con alguna muesca en la oreja.
Y mientras los hombres trabajan y juegan incansables toda la mañana, cerquita de un fuego grande, un criollo mayor y con algún achaque que no lo deja trabajar, se esmera haciendo un cordero al asador y montones de chorizos y testículos recién sacados en la parrilla, las mujeres preparan las ensaladas para el mediodía, empanadas jugosas y crocantes, algún fiambre para picar antes de almorzar, pasteles bañados en exquisito almibar y algunas especialidades propias de cada casa, como el lechón arrollado o el matambre relleno.
La mesa larga se prepara a la sombra de las plantas mas frondosas y se lucen las jarras con vino tinto frío y las de jugo para rebajarlo. Alguno que se ha cansado, se acerca a la mesa cada tanto y despues de algunos tragos apurados y algun chiste con "las chicas", vuelve animoso al trabajo recuperado del todo.
A mediodía se hace un alto, y todos corren a lavarse en la bomba o el tanque, y toman posiciones frente a la mesa inagotable, comiendo y tomando cantidades enormes de aquellos manjares, hasta que medio adormecidos por el cansancio y el manducaje, se recuestan en los pastos a escuchar al infaltable cantor y guitarrero, que alterna con el que improvisa versos picarescos llenando de risas el ambiente. Y por fin, el encargado de la yerra, parandose gravemente, indica que la cosa debe seguir y sale al tranco hasta el corral para ensillar el caballo y recomenzar la tarea. ¡Así son los días de yerra! ¡Una fiesta!

2 comentarios:

  1. Todo el almuerzo que relato bien podria prepararse ahora para las fiestas!!!!! Eso si sin tanta tierra en los corrales en una playita con bermudas y ojotas como te gustan a vos esos personajes,ja,ja,ja,ja.

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  2. Que lindos recuerdos me trae el relato de Don Jorge.
    Revivo esos años, cuando de chico visitaba a mis abuelos y tíos que vivian en el campo, en los pagos de Urdampilleta, partido de Bolívar y participaba de la yerra, generalmente como expectador de las tareas rurales, aunque a veces me dejaban participar ayudando en esto o en aquello, ya que yo era el "pueblero" que conocía poco de las tareas rurales.
    Realmente las cosas sucedían como las ha contado.
    Un abrazo y gracias por avivar en mi memoria recuerdos tan queridos de quienes ya no estan.
    Guillermo

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