martes, 14 de diciembre de 2010

¡No siempre se puede!

Antonio pasó sus últimos años literalmente en una nube de pedos. Tomaba desde que se levantaba hasta que se acostaba, rodeado de perros de todos los tamaños. Y se notaba que a veces la vida se le hacía pesaba.
Por eso un día agarró loma abajo del pueblo rumbo a una planta de silos en la Estación de Ferrocarril. Como siempre con sus perros.
-¿Como andás Antonio?- Le preguntó un vecino cuando se cruzaron
-¡Contento hermano! !Me voy a matar!-
-¿Que? ¿Estás loco?-
-¡Que voy a estar loco! Me tiro de un silo y nada mas ¡Chau hermano!-
Y continuó pata y pata su camino.
El otro lo siguió disimulando, y despues contó lo que pasó:
Resulta que Antonio llegó hasta los silos y estuvo un rato eligiendo el mas cómodo para sus propósitos. Subió la escalerita con esfuerzo porque el desayuno con vino siempre lo ponía en mal estado. Por fin llegó hasta el techo, y se quedó un rato parado mirando el vacío. Abajo, en el pajonal que rodeaba la planta de silos, los perros le aullaban inquietos como presintiendo. Y por fin Antonio se tiró de cabeza.
¡Se mató nomás! Pensó el que espiaba. Pero la cosa se había complicado.
Como estaba tan mamado y con el cuerpo flojito, Antonio dió una voltereta en el aire y en vez de caer de cabeza, cayo de lomo sobre un perro galgo que no alcanzó ni a gritar.
La cuestión fué que el suicidio terminó con la víctima sin ningún daño y el pobre perro aplastado.
Al rato los amigos se cruzaron de nuevo. El espectador no aguantaba la risa y menos cuando Antonio, con el perro muerto cargado en el hombro le dijo:
¡Que cagada me mandé hermano! ¡Por querer matarme liquidé mi mejor perro!

2 comentarios:

  1. jajaja como me estoy riendo,yo me rió pero pobre perro,suerte de borracho le dicen! jaja
    saludos doctor! me alegro el día

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  2. Hola jorge,sos un capo. Espero siempre atento a que pongas algo nuevo.

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