El aprendizaje es algo fascinante.
Se aprende lo que se quiere aprender. Esto quiere decir que nuestro cerebro aprende y retiene lo que le interesa. Por eso nunca nos olvidaremos de un nudo de pesca que nos enseñó nuestro padre o un amigo, porque cuando nos lo enseñaron "queríamos aprenderlo". La diferencia entre esta situación y aquella en que intentan enseñarnos algo que no queremos aprender, es que en el primer caso nuestro sistema límbico (las estructuras mas profundas del encéfalo) pone en estado de alerta a la corteza cerebral, haciendo que todas las señales que ingresan a él a partir de los organos de los sentidos y distintos receptores periféricos, provoquen cambios indelebles en algunas vías sinápticas, responsables de retener o memorizar esos datos.
Algo parecido sucede cuando sufrimos una emoción repentina. El esquema es parecido. El sistema límbico actúa dejando a la corteza cerebral, ávida de datos como una esponja. Y así es como podemos acordarnos, por ejemplo, de lo que estabamos haciendo cuando nos enteramos de la muerte de John Lennon o cuando Argentina invadió Malvinas.
Otra forma de aprender es la repetición. Esto hace que podamos recordar poesías que aprendimos de niños a fuerza de repetirlas decenas de veces, haciendo que se graben las vías sináticas que mencionaba antes.
Y por fin, asociado al aprendizaje, el cerebro tiene áreas llamadas de recompensa y de castigo. Una situación placentera provocará descargas en los centros de recompensa (que curiosamente son parte también del sistema límbico), mientras que algo doloroso o displacentero estimulará los otros centros nerviosos. Este sistema es el que opera preferentemente en el aprendizaje de los animales, generando conductas de aceptación o de rechazo frente a determinadas situaciones. Por eso, cuando se quiere enseñar algo a un animal, hay dos caminos. Los premios (comida, palmadas u otros) que harán que el animal asocie su conducta con una situación placentera, o los castigos, que hacen que la pobre bestia haga lo que le indican para evitar el dolor del castigo en caso de negarse.
El tema es inagotable y dá para montones de notas, pero con tantas cosas escritas en el blog, "aprendí" también, que ser conciso es una virtud.
Se aprende lo que se quiere aprender. Esto quiere decir que nuestro cerebro aprende y retiene lo que le interesa. Por eso nunca nos olvidaremos de un nudo de pesca que nos enseñó nuestro padre o un amigo, porque cuando nos lo enseñaron "queríamos aprenderlo". La diferencia entre esta situación y aquella en que intentan enseñarnos algo que no queremos aprender, es que en el primer caso nuestro sistema límbico (las estructuras mas profundas del encéfalo) pone en estado de alerta a la corteza cerebral, haciendo que todas las señales que ingresan a él a partir de los organos de los sentidos y distintos receptores periféricos, provoquen cambios indelebles en algunas vías sinápticas, responsables de retener o memorizar esos datos.
Algo parecido sucede cuando sufrimos una emoción repentina. El esquema es parecido. El sistema límbico actúa dejando a la corteza cerebral, ávida de datos como una esponja. Y así es como podemos acordarnos, por ejemplo, de lo que estabamos haciendo cuando nos enteramos de la muerte de John Lennon o cuando Argentina invadió Malvinas.
Otra forma de aprender es la repetición. Esto hace que podamos recordar poesías que aprendimos de niños a fuerza de repetirlas decenas de veces, haciendo que se graben las vías sináticas que mencionaba antes.
Y por fin, asociado al aprendizaje, el cerebro tiene áreas llamadas de recompensa y de castigo. Una situación placentera provocará descargas en los centros de recompensa (que curiosamente son parte también del sistema límbico), mientras que algo doloroso o displacentero estimulará los otros centros nerviosos. Este sistema es el que opera preferentemente en el aprendizaje de los animales, generando conductas de aceptación o de rechazo frente a determinadas situaciones. Por eso, cuando se quiere enseñar algo a un animal, hay dos caminos. Los premios (comida, palmadas u otros) que harán que el animal asocie su conducta con una situación placentera, o los castigos, que hacen que la pobre bestia haga lo que le indican para evitar el dolor del castigo en caso de negarse.
El tema es inagotable y dá para montones de notas, pero con tantas cosas escritas en el blog, "aprendí" también, que ser conciso es una virtud.
Es um tema inagotable Doctor y sumamente interesante,volvemos al conductismo del cual habló en elgún momento.
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