Eusebio Leguizamón fue un conocido vecino de San Manuel con el que compartí trabajo y charlas. Me contó de sus tiempos de resero, cuando viajaba con tropas por caminos rurales y a veces solo tenía yuyos para comer, de sus épocas de mensual de campo, de sus andanzas increíbles en bicicleta cuando no había micros ni transporte por la zona y se pedaleaba hasta Necochea para ir a la playa, o hasta Balcarce solo para pasear. Un hombre único, trabajador incansable y madrugador, que andaba siempre con un chiste y la risa a flor de labios.
La historia que más me gustó fue la de cómo consiguió a su mujer de toda la vida.
Resulta que se había puesto de novio con una de las chicas de Barrientos, un tipo muy loco que trabajaba en la estancia La Oración de San Agustín. El tal Barrientos tenía un montón de hijas a las que manejaba a gritos y golpes. Sobre todo cuando estaba con los tragos encima. La cuestión es que a Eusebio no lo quería ver ni de lejos y los pobres enamorados solo se encontraban a escondidas. Un día se decidieron y planearon la fuga hacia San Manuel donde podrían vivir tranquilos. Quedaron en que el lunes siguiente, que no habría luna, Eusebio se llegaría en su mejor caballo hasta un lugar cerca del rancho a medianoche y pegaría un chiflido largo. Esa sería la señal para que ella saliera corriendo y emprendieran el viaje.
La muchachita, toda excitada, ese mismo día contó en voz baja a sus hermanas del plan. A medida que se venía el lunes, el ambiente se cargaba más de tensión. Por fin se dió la última cena y todos a la cama. Al rato Barrientos roncaba como un oso y todas las hermanas despiertas y a oscuras con los ojos como medallones.
En la mitad de la noche se escuchó el chiflido, la novia manoteó el atadito de ropa, se levantó sin ruido como un gato y caminó hasta la puerta, pero entonces se produjo el revuelo porque se sintió un golpe y Elena, la hermana menor, saltó descalza por la ventana y salió corriendo hacia Eusebio.
Cuando llegó al lugar convenido, el pobre novio asustado, manoteó a la chica sin reconocerla, la cargó a caballo detrás suyo y salieron disparados en el tostado del muchacho.
Me decía que se dio cuenta de que llevaba en ancas a Elena y no a su novia, como a la media hora de disparar
-¿Y usted que hizo Eusebio?- Le pregunte asombrado.
-¿Y qué iba a hacer? Me quedé con esta- Dijo señalando a su mujer -¡Además eran bastante parecidas!- Y se rió con ganas.
La historia que más me gustó fue la de cómo consiguió a su mujer de toda la vida.
Resulta que se había puesto de novio con una de las chicas de Barrientos, un tipo muy loco que trabajaba en la estancia La Oración de San Agustín. El tal Barrientos tenía un montón de hijas a las que manejaba a gritos y golpes. Sobre todo cuando estaba con los tragos encima. La cuestión es que a Eusebio no lo quería ver ni de lejos y los pobres enamorados solo se encontraban a escondidas. Un día se decidieron y planearon la fuga hacia San Manuel donde podrían vivir tranquilos. Quedaron en que el lunes siguiente, que no habría luna, Eusebio se llegaría en su mejor caballo hasta un lugar cerca del rancho a medianoche y pegaría un chiflido largo. Esa sería la señal para que ella saliera corriendo y emprendieran el viaje.
La muchachita, toda excitada, ese mismo día contó en voz baja a sus hermanas del plan. A medida que se venía el lunes, el ambiente se cargaba más de tensión. Por fin se dió la última cena y todos a la cama. Al rato Barrientos roncaba como un oso y todas las hermanas despiertas y a oscuras con los ojos como medallones.
En la mitad de la noche se escuchó el chiflido, la novia manoteó el atadito de ropa, se levantó sin ruido como un gato y caminó hasta la puerta, pero entonces se produjo el revuelo porque se sintió un golpe y Elena, la hermana menor, saltó descalza por la ventana y salió corriendo hacia Eusebio.
Cuando llegó al lugar convenido, el pobre novio asustado, manoteó a la chica sin reconocerla, la cargó a caballo detrás suyo y salieron disparados en el tostado del muchacho.
Me decía que se dio cuenta de que llevaba en ancas a Elena y no a su novia, como a la media hora de disparar
-¿Y usted que hizo Eusebio?- Le pregunte asombrado.
-¿Y qué iba a hacer? Me quedé con esta- Dijo señalando a su mujer -¡Además eran bastante parecidas!- Y se rió con ganas.
Jorge, bonita y extraña la historia de Eusebio, ya que en la noche "todos los gatos son pardos" como dice el refranero, las pequeñas de la casa son más espabiladas que sus hermanas mayores.
ResponderEliminarLo que trabaja la imaginación para salir del yugo paternal mal encarado.
Saludos cordiales de Gabriel desde Sevilla (España).
me parece poco hombre el eusebio....se ve que cualquiera le venia bien... jaja. no me parece una gran historia..... un cararota....
ResponderEliminarA la anónima del comentario anterior le digo que la vida es simple y bonita. Somos nosotros los que la complicamos.
ResponderEliminarDe acuerdo con Jorge. Absolutamente. Además era simplemente una linda historia de ésas que a nuestro amigo le gusta contarnos. Y nosotros, sus lectores y amigos las disfrutamos.
ResponderEliminarAsí de simple. Un saludo para todos desde Necochea.