lunes, 24 de enero de 2011

Relaciones

Tal vez sea más fácil relacionarse con un animal que con otro humano.
Ayer en Mar del Plata vi una señora muy mayor salir de un edificio de departamentos con un tarrito con agua y ofrecérselo a un enorme perro que dormía plácidamente debajo de un árbol.
El perro abrió un ojo cuando la “benefactora” se arrimó y se quedó quieto como esperando que lo dejaran dormir tranquilo. No parecía estar deshidratado ni hambriento. Solo cansado de hacer la calle.
La mujer, con pinta de vivir sola y tener pocos parientes, le acarició la cabeza, le dijo algunas cosas, y se volvió a su casa. El perro siguió durmiendo.
El perro estoy seguro que no precisa nada. Se basta por sí mismo y su aspecto lo demuestra, pero la mujer se ve que necesita algún afecto y tal vez le alcance con que el perro le abra el ojo.

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