Andar a caballo es una sensación intransferible ¿Como lograr que el que nunca lo hizo se dé cuenta de lo bueno que es tenderse en un galopito bien temprano a la mañana o a última hora de la tarde?
Hace tan solo 150 años, el caballo era casi el único medio de transporte en nuestro país. En él se viajaba, se comerciaba, se transportaban todas las mercaderías, se trabajaba la tierra, se cazaba, y hasta se levantaban las mujeres que algún suegro resabiado no quería entregar al noble gaucho.
Hoy el caballo es elemento indispensable en el trabajo con la hacienda y en muchos deportes ecuestres.
Personalmente disfruto mucho sobre un caballo. En otros tiempos he hecho varios viajes dentro de la Provincia, y se lo pasa muy bien. Sobre el lomo del animal aprendemos a cultivar la paciencia, podemos disfrutar mejor del paisaje, entramos de verdad en la naturaleza sintiendo los fríos, los calores, el viento y la lluvia en plenitud, y convivimos con una criatura noble y generosa en el esfuerzo.
Ha habido muchos que han tenido aventuras impresionantes como el memorable Aimeé Tschiffely, que con Mancha y Gato, dos caballos criollos, unió Buenos Aires con Washington; una jinete loberense cuyo nombre no recuerdo que repitió aquella hazaña, y en la actualidad sé de un tal Eduardo Díscoli, que hace años que anda viajando por el mundo y tiene una buena página en Internet que recomiendo y donde podrán tener mas datos.
Hace tan solo 150 años, el caballo era casi el único medio de transporte en nuestro país. En él se viajaba, se comerciaba, se transportaban todas las mercaderías, se trabajaba la tierra, se cazaba, y hasta se levantaban las mujeres que algún suegro resabiado no quería entregar al noble gaucho.
Hoy el caballo es elemento indispensable en el trabajo con la hacienda y en muchos deportes ecuestres.
Personalmente disfruto mucho sobre un caballo. En otros tiempos he hecho varios viajes dentro de la Provincia, y se lo pasa muy bien. Sobre el lomo del animal aprendemos a cultivar la paciencia, podemos disfrutar mejor del paisaje, entramos de verdad en la naturaleza sintiendo los fríos, los calores, el viento y la lluvia en plenitud, y convivimos con una criatura noble y generosa en el esfuerzo.
Ha habido muchos que han tenido aventuras impresionantes como el memorable Aimeé Tschiffely, que con Mancha y Gato, dos caballos criollos, unió Buenos Aires con Washington; una jinete loberense cuyo nombre no recuerdo que repitió aquella hazaña, y en la actualidad sé de un tal Eduardo Díscoli, que hace años que anda viajando por el mundo y tiene una buena página en Internet que recomiendo y donde podrán tener mas datos.
Efectivamente, el montar a caballo es una grata sensación que los no entendidos, no lo entienden.
ResponderEliminarYo monto todos los dias, unos más tranquilos que otros, ya que los entrenamientos de la Resistencia Ecuestre, son muchas horas encima de nuestro noble amigo.
Da la casualidad que en la actualidad estoy leyendo la odisea de Aimee con su Gato y Mancha atravesando todo el continente.
¿Sabes la direccion de internet de Eduardo Díscoli?. para poderlo seguir en sus andaduras.
Un cordial saludo de Gabriel.
http://ggjineteraid.blogspot.com/
Hola Gabriel: He estado tratando de entrar en tu blog y no lo consigo. ¿La dirección es correcta?
ResponderEliminar¡Ahora sí Gabriel! Estuve leyendo tus cosas y me gustó mucho. Te felicito por el blog. Un abrazo desde Argentina. JORGE
ResponderEliminar