En los últimos años ha habido una creciente desvalorización tanto del médico clínico veterinario como del humano.
Abundan los especialistas y junto con ellos, el instrumental y aparatología de diagnóstico y tratamiento, son cada vez más complejos.
Se ha fomentado la creencia de que no es posible saber de todo y que solo será bueno el que se dedique exclusivamente a una parte de la medicina. Es común que un veterinario de grandes diga que “no sabe nada de pequeños” cuando el dueño de las vacas le pide que le atienda su mascota, o que el que viene a hacer la ración del feed lot no quiera revisar la pata lastimada de su caballo.
¿Y saben qué? Me parece patética esa actitud. Solo demuestra apatía, desgano, falta de voluntad para el trabajo y enorme pereza intelectual.
Un veterinario recibido tiene en sus manos las herramientas para resolver la mayoría de los problemas de cualquier animal. Solo hace falta criterio, curiosidad y ganas.
Así, un profesional que trabaje con grandes animales puede resolver más del 95% de los casos que le presenten de pequeños, o alguien dedicado a la nutrición podrá asistir el parto de una vaquillona si se lo propone, o quien atienda caballos de deporte será capaz de hacer transferencias de embriones exitosas en vacas.
Ser veterinario clínico es una actitud profesional, es un modo generoso de ver la vida y una presión constante para ser cada día mejores a través del estudio y la observación.
Y también es la más difícil de las actividades médicas ¿Será por eso que se ha desvalorizado la clínica?