Tococho Alberio siempre fue muy religioso. No es practicante, pero cada cosa que le pasa, el tipo la agradece a Dios. Hasta en las peores circunstancias invoca al Altísimo. También es de buen tomar y cada arrimada al boliche, termina con Tococho desmayado por la curda, volviendo a su casa milagrosamente montado en el fiel Panoja, un zaino grandote y mansito.
Cuando el progreso trajo las dos cabinas telefónicas a San Manuel, instalaron una frente al Banco y la otra en la plaza, haciendo cruz con la Delegación Municipal.
Tococho se enteró de la noticia mientras tomaba la copa en el boliche de Leonardo. Pero se la vendieron cambiada. Le dijeron, solo por reírse un rato, que aquello eran dos oratorios y que en cada uno estaba la imagen de la Virgen María.
Tococho, hombre desconfiado y perspicaz, no dijo nada, pero tomó debida nota del asunto.
Como a las 9 de la noche salió del boliche adobado como siempre, le ayudaron a montar a caballo, y el Panoja arrancó al tranco para la salida del pueblo, pero se ve que Tococho, en medio de la niebla del alcohol, algo razonaba, porque tiró de las riendas y se fue hasta la plaza, se paró frente al teléfono, se sacó el sombrero respetuosamente, se persignó, y después sí, mas aliviado, lo dejó al Panoja que hiciera su trabajo.
Cuando el progreso trajo las dos cabinas telefónicas a San Manuel, instalaron una frente al Banco y la otra en la plaza, haciendo cruz con la Delegación Municipal.
Tococho se enteró de la noticia mientras tomaba la copa en el boliche de Leonardo. Pero se la vendieron cambiada. Le dijeron, solo por reírse un rato, que aquello eran dos oratorios y que en cada uno estaba la imagen de la Virgen María.
Tococho, hombre desconfiado y perspicaz, no dijo nada, pero tomó debida nota del asunto.
Como a las 9 de la noche salió del boliche adobado como siempre, le ayudaron a montar a caballo, y el Panoja arrancó al tranco para la salida del pueblo, pero se ve que Tococho, en medio de la niebla del alcohol, algo razonaba, porque tiró de las riendas y se fue hasta la plaza, se paró frente al teléfono, se sacó el sombrero respetuosamente, se persignó, y después sí, mas aliviado, lo dejó al Panoja que hiciera su trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario