Hace más de un mes llegué a revisar
un lote de novillos en lo de Pascual Benavidez. En el campo trabaja Ramoncito,
un muchacho tremendamente voluntarioso y vivaracho que me acompañó hasta el
potrero a mirar los animales. Según me contó Pascual por teléfono, los estaba
viendo algo pelados en el cogote y la paleta, y no estaba seguro si era sarna o
piojos.
Ramoncito abrió la última tranquera
y entramos al potrero del fondo. Efectivamente los novillos lucían entrepelados
y la cosa era señal inequívoca de que se trataba de una infestación importante
por piojos. Estos bichitos, en el vacuno, se alimentan con detritos de la piel
y además, erosionan la base de los pelos, por lo que el animal al rascarse
contra postes y árboles, va perdiendo la capa pilosa poco a poco.
-¡No es grave Ramoncito!- Le dije al
chico –Pedile a Pascual que te traiga el remedio y después los vas tratando a
la pasada por la manga. Vas a ver que en dos o tres días dejan de rascarse-
-¡Listo dotor!- Contestó el muchacho
con decisión. Lo dejé de vuelta en el puesto y nos despedimos.
Después supe todo el resto. El padre
de Ramoncito, Don Manuel Soria, es encargado en la Estancia El Mangrullo hace años,
y además, es de los viejos que se las saben todas. Cuando el muchacho le contó
el caso por teléfono, Don Manuel le aseguró que lo mejor era echarle un chorro
de gasoil en el lomo a cada uno. El martes temprano Ramoncito le pidió ayuda al
vecino y encerraron los novillos. Los fueron pasando por la manga y el pibe,
armado con una botella plástica, los fue mojando con el combustible. Cuando
terminaron, volvieron a pasar los 32 más gordos que iban a cargar para la venta,
porque había que marcarlos. Dicen que cuando Ramoncito apoyó el fierro al rojo
sobre el cuero del animal, el gasoil ardió de pronto, convirtiendo a la víctima
en una gigantesca bola de fuego. Con tal de que no se prendiera la manga
también, los muchachos abrieron el cepo y largaron al novillo en llamas balando
enloquecido. El incendio se apago cuando se consumió todo el gasoil, pero ya
era tarde. Ramoncito tuvo que anotar un novillo muerto en la libreta, y en el
renglón donde tenía que explicar la causa, puso con letra desordenada… ¡Muy
quemado!
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