jueves, 5 de septiembre de 2013

Armando el rompecabezas




Uno de los problemas que tienen los animales como pacientes es que no hablan. No son capaces de expresar lo que les pasa y los pobres veterinarios debemos armar una especie de rompecabezas con los signos clínicos, los datos de la necropsia y toda la información que nos puedan aportar los dueños o los cuidadores. En los dos primeros casos no hay complicaciones, porque un buen profesional sabrá extraer lo mejor de una adecuada revisación del afectado, o podrá averiguar infinidad de cosas en una prolija necropsia que, como si esto fuera poco, le brinda la posibilidad de tomar muestras para el laboratorio y así llegar al diagnóstico.
El problema son los dueños o cuidadores. En general, los dueños no suelen mentir porque les interesa verdaderamente que el animalito se cure, pero los cuidadores o encargados nos llenan de mentiras para confundirnos o a veces, porque intentan tapar las macanas que hicieron para que el animal se haya enfermado o muerto.
Hace unos días me llamó Florencio Ordoñez por teléfono. Según me contó, tenía un ternero de la cabaña, el 2347, que “se bamboleaba” y “revoleaba la cabeza y los ojos”. Sabiendo que Gutierrez, el propietario, estaba en Rauch por una venta especial de toros, me fui hasta el campo enseguida. El 2347 era el crédito de “Las Lomas” para Palermo 2014. Un lindo ternero Angus negro, muy vivaracho y juguetón.
-¿Cómo estás Florencio?- Lo saludé al llegar. Mientras me cambiaba, el muchacho me daba charla de mil cosas del campo, pero del 2347 no decía nada.
Nos fuimos caminando hasta el piquete donde estaban los terneros y entonces lo vi. El pobre bicho estaba con la cabeza desviada hacia arriba y la derecha. Cuando sus compañeros corrieron, se quiso mover con ellos, pero inició un baile desordenado que termino con una violenta caída.
-¿Desde cuándo está así Florencio? ¿Vos no les cambiaste la alimentación o alguna otra cosa? ¿No se te escaparon para el bajo donde hay Yuyo sapo?- Mientras revisaba al enfermo, le fui haciendo un montón de preguntas. Florencio parecía no saber nada. Solo repetía que “apareció así”. A medida que recolectaba datos, iba mentalmente tratando de armar el rompecabezas del que les hablaba al principio, pero no lograba juntar todas las piezas. Algo no encajaba.
Por suerte pasó lo que tenía que pasar. De pronto el 2347 entro en una crisis convulsiva y con algunas patadas finales, se fue al cielo de los terneros.
En la necropsia que siguió, no encontré dato alguno en los órganos torácicos y abdominales, pero al abrir el cráneo apareció la verdad. Un gran coágulo se asentaba sobre el hemisferio cerebral derecho.
Florencio ya no habló más. Yo me limité a escribir el informe y sin mucho esfuerzo, Gutierrez averiguó, cuando estuvo de vuelta en la cabaña, que el muchacho, fastidiado porque el ternero lo había pisado en sus intentos por jugar, se calentó y le pegó tremendo garrotazo en la cabeza.
Y “Las Lomas” se quedó sin su mejor ternero para Palermo.


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