Uno
de los problemas que tienen los animales como pacientes es que no hablan. No
son capaces de expresar lo que les pasa y los pobres veterinarios debemos armar
una especie de rompecabezas con los signos clínicos, los datos de la necropsia
y toda la información que nos puedan aportar los dueños o los cuidadores. En los
dos primeros casos no hay complicaciones, porque un buen profesional sabrá
extraer lo mejor de una adecuada revisación del afectado, o podrá averiguar
infinidad de cosas en una prolija necropsia que, como si esto fuera poco, le
brinda la posibilidad de tomar muestras para el laboratorio y así llegar al
diagnóstico.
El
problema son los dueños o cuidadores. En general, los dueños no suelen mentir
porque les interesa verdaderamente que el animalito se cure, pero los cuidadores
o encargados nos llenan de mentiras para confundirnos o a veces, porque
intentan tapar las macanas que hicieron para que el animal se haya enfermado o
muerto.
Hace
unos días me llamó Florencio Ordoñez por teléfono. Según me contó, tenía un
ternero de la cabaña, el 2347, que “se bamboleaba” y “revoleaba la cabeza y los
ojos”. Sabiendo que Gutierrez, el propietario, estaba en Rauch por una venta
especial de toros, me fui hasta el campo enseguida. El 2347 era el crédito de “Las
Lomas” para Palermo 2014. Un lindo ternero Angus negro, muy vivaracho y
juguetón.
-¿Cómo
estás Florencio?- Lo saludé al llegar. Mientras me cambiaba, el muchacho me
daba charla de mil cosas del campo, pero del 2347 no decía nada.
Nos
fuimos caminando hasta el piquete donde estaban los terneros y entonces lo vi.
El pobre bicho estaba con la cabeza desviada hacia arriba y la derecha. Cuando
sus compañeros corrieron, se quiso mover con ellos, pero inició un baile
desordenado que termino con una violenta caída.
-¿Desde
cuándo está así Florencio? ¿Vos no les cambiaste la alimentación o alguna otra
cosa? ¿No se te escaparon para el bajo donde hay Yuyo sapo?- Mientras revisaba
al enfermo, le fui haciendo un montón de preguntas. Florencio parecía no saber
nada. Solo repetía que “apareció así”. A medida que recolectaba datos, iba
mentalmente tratando de armar el rompecabezas del que les hablaba al principio,
pero no lograba juntar todas las piezas. Algo no encajaba.
Por
suerte pasó lo que tenía que pasar. De pronto el 2347 entro en una crisis
convulsiva y con algunas patadas finales, se fue al cielo de los terneros.
En
la necropsia que siguió, no encontré dato alguno en los órganos torácicos y
abdominales, pero al abrir el cráneo apareció la verdad. Un gran coágulo se
asentaba sobre el hemisferio cerebral derecho.
Florencio
ya no habló más. Yo me limité a escribir el informe y sin mucho esfuerzo,
Gutierrez averiguó, cuando estuvo de vuelta en la cabaña, que el muchacho,
fastidiado porque el ternero lo había pisado en sus intentos por jugar, se
calentó y le pegó tremendo garrotazo en la cabeza.
Y
“Las Lomas” se quedó sin su mejor ternero para Palermo.
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