jueves, 27 de marzo de 2014

Me encontré con el petiso

Ayer lo volví a ver después de casi tres años. Se ha puesto muy viejito. Camina dolorosamente y esta rengo sin remedio. Arrastra la osamenta pero se mueve. Parece que el tiempo le hubiera pegado un latigazo y después, arrepentido, le hubiera perdonado la vida. Tal vez todavía tiene alguna misión en la tierra. Será que hasta el último ser vivo es parte del movimiento del mundo. Cuando muera se lo comerán los chimangos, los caranchos, los peludos, las hormigas y los gusanos. Mientras tanto, él se mantiene con los pocos pastos que corta con los tronquitos de sus viejos dientes.
Me acerqué despacio y lo saludé:
-¿Cómo anda compañero?-
El petiso cara e´guiso, aquel caballito del que ya les hable en estas mismas páginas, se dio vuelta, e increíblemente me reconoció.
-¡Hola dotor! ¡Tanto tiempo! ¿Qué anda haciendo por acá?-
-Tengo que revisar unas vacas en este campo, así que me hice un ratito para venir a saludarte ¿Cómo estás?-
-¡Contento y tranquilo dotor! Estoy en mi lugar, puedo caminar, tengo algo para comer, veo el sol todos los días y a veces, aparece algún amigo como usté a saludarme ¿Qué mas puedo pedir?-
-¡Que bueno hermano! Que lindo estar así como vos, contento con tan poquito. Ya sabrás que los humanos somos un poco mas complicados-
-Serán mas complicados, pero tendrían que acordarse de que al final, van a terminar igual que yo, comidos por los bichos… ¡Ah! Y que no se van a llevar nada para los campos de allá arriba-
-¡Que lo tiró petiso! ¡Siempre conseguiste dejarme pensando!
El petiso se rió despacio, se dio vuelta y se fue al tranquito. Había visto que venía Corvalán con sus perros, y a esos revoltosos, con sus ladridos, ya no los aguantaba ¡Cosas de viejo!


  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...