Esto pasó durante mi estancia en el
Laboratorio del sueño de la
Facultad de Medicina Humana, de la Universidad Autónoma
de México.
El investigador Ramiro Sánchez
Obrador tomó un balde de acero inoxidable reluciente, después puso dentro un
cilindro de unos 3
centímetros de diámetro y 15 de altura, lo fijó, y
agregó agua casi hasta el borde del cilindro.
Mientras lo hacía me iba explicando
todos los detalles del trabajo.
A continuación acomodó la cámara con
la que iba a registrar todo el ensayo. Por fin tomó con cuidado la ratita
blanca Wistar, a la que habíamos puesto electrodos que registrarían la actividad
eléctrica de algunas áreas específicas de su cerebro, y la conectó a los cables
que la unían al fisiógrafo.
Puso la ratita sobre el cilindro,
que semejaba una isla, y la dejó sola, cerrando la puerta de la sala de ensayos, para evitar ruidos e interferencias.
La idea era privar a la muchacha del
período de sueño MOR durante un tiempo largo para estudiar el posible efecto
sobre la conducta. El fundamento del trabajo es que durante el período MOR
(movimientos oculares rápidos) se produce la máxima relajación muscular, lo que
haría que el animalito cayera al agua despertando bruscamente.
La blanca rata se mantuvo casi tres
horas atenta y vigilante, pero la falta de estímulos y movimiento, la fue
haciendo caer en el sueño. El aparato de registro mostró claramente el cambio
en las ondas cerebrales, que indicaba que estaba en el período de ondas lentas,
y de pronto, la aguja comenzó a oscilar desordenadamente, mostrando el patrón
típico de bloqueo alfa y las primeras espigas PGO. Estábamos viendo la
actividad típica del sueño MOR. Nos fijamos en la cámara, justo para ver cuando
la ratita caía al agua y se despertaba sobresaltada, para volver a nadar hasta
la seguridad de su isla.
Toda la secuencia se empezó a
repetir a intervalos cada vez menores. El animal cayó al agua muchas veces durante
las primeras 24 horas. Se la notaba mal. Inquieta. La privación de sueño la
había alterado. De pronto sucedió. El efecto de la falta de sueño se mostró en
toda su violencia y la pobre infeliz, no teniendo en que, ni en quien descargar
su irritabilidad, comenzó a morderse furiosamente los dedos de las cuatro patas
y la punta de la cola, hasta hacerlos sangrar.
Habíamos llegado hasta la CAM o conducta de
automutilación.
Ramiro terminó con el sufrimiento de
su amiga, y la devolvió a su cajita llena de aserrín para que por fin pudiera
descansar.
Aquel ensayo nunca lo pude olvidar.
En estos días estuve oyendo algunos comentarios referidos a cuanto menos
duermen los humanos en estos tiempos. Sobre todo en las grandes ciudades.
Ojalá que no terminemos como aquella
ratita blanca.