Se ha puesto muy de moda en los últimos años esto de
caminar o correr. Es divertido y bueno para la salud. Además, gracias a la
super-comunicación en las redes sociales, todo se comparte, y hay enormes
comunidades de atletas, tanto de elite como amateurs.
San Manuel, para no ser menos, tiene un montón de
caminantes y corredores. Algunos muy buenos y otros bien camperos. Y esto sí es
algo raro, ya que la mayoría de los que practican estas actividades se envuelve
en ropajes caros y especiales. Zapatillas con aire y colores terribles, calzas,
remeras y medias que absorben sudores, cinturones con cositas colgando para
usar durante la carrera, relojes y teléfonos con programas que miden todo y
muchas cosas más.
Para demostrar que tanta sofisticación no hace
falta, acá los tenemos a Juan Ramírez y Tomás Gandoy. Juan es un caminante
empedernido, sale entre las cinco y las seis de la mañana en verano y no más
tarde de las siete en invierno. Arranca en el campo “La Marta”, donde vive, y
camina 5 o 6 kilómetros diarios por la ruta. Sale de bombachas, camisa, faja,
rastra de botones, gorra visera y botas de goma cuando hay rocío o botas de
suela cuando está seco.
Al otro, Tomás, le gusta trotar, pero el tipo,
dedicado a la chacra y tractorista consumado, corre por las calles de tierra de
los alrededores del pueblo en las horas de más calor, vestido con pantalón y camisa
grafa, botines de cuero y suela de goma, y así nomás en cabeza.
En San Manuel estamos acostumbrados a verlos, y cada
vez que aparece alguno con atuendo o accesorios estrambóticos para el “running”
o el “trekking”, no falta quien le recuerde que es todo al pedo, viendo lo bien
que andan Juan y Tomás con sus pilchas camperas.
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