La señora entró a la veterinaria ayer a la tarde.
Bajita, morruda, cara colorada y redonda, bien de campo, pelo rubio con rulos y
unos 40 años encima.
-¿Usté es Spinelli? ¡Yo soy Vilma Lopez! Trabajamos
con mi marido en el tambo de Alcántara-
-¡Mucho gusto señora!- Le dije, y le tendí la mano
para saludarla. La doña tenía manos ásperas y fuertes. Curtidas por el trabajo
-¿Qué anda buscando?-
-¡Preciso una bolsa de guantes largos para
inseminar!-
Mientras sacaba la bolsa del mostrador, y por hablar
algo, le pregunté: -¿Insemina usted?-
-¡Más vale dotor! ¡Mi marido solamente ordeña! Yo lo
ayudo con el tambo, hago la guachera, insemino y hago todo en mi casa. Igual a
fin de mes nos vamos, porque nos prometieron un montón de cosas y no nos
cumplieron-
-¡No me diga! ¿Y con el encargado cómo andan? ¡Me
dijeron que es bravo!-
Yo le preguntaba por un tal Benito Menéndez, un hombre
grandote, mal bicho y con fama de pendenciero.
-¿Bravo? ¡Una porquería es ese tipo! ¡Pero conmigo
no va a joder! ¡Lo voy a cagar a palos! ¡Yo se karate así que en cuanto me diga
algo lo reviento a golpes!-
Yo me quedé sin palabras ante tremendo despliegue de
amenazas y por las dudas, me despedí cortésmente de la dama ¡Como para decirle
un piropo!
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