miércoles, 24 de febrero de 2010

El sueño de Lugano

Y les contaba antes que...
La playa delicada estaba cubierta de troncos y lianas. Despues de un baño interminable en aquel agua milagrosa que pareció curarle sus nuevas heridas, Lugano se puso a construir una balsa en la que poder seguir su viaje misterioso.
¡Y gritó feliz porque se sentía lleno de fuerzas! Y el grito retumbó mil veces en los huecos de la gigantesca caverna. En cuanto terminó la precaria embarcación se lanzó al agua y empujandose con una pértiga de madera, comenzó a bordear el lago. Todo parecía sobrenatural. No se oían ruidos, solo el lamido de la balsa sobre el espejo manso. Navegó por un tiempo indefinido, hasta que de pronto el agua se puso en movimiento. Primero en forma casi imperceptible, pero enseguida con mas fuerza hasta transformarse en una correntada poderosa que hizo mover la balsa cada vez mas rápido.
Lugano se sentó y se dejó llevar. Nada mas podía hacer. La velocidad era enorme y de pronto la caverna se transformó otra vez en un tunel descendente, y luego en saltos contra piedras enormes que en unos segundos destrozaron la embarcación, lanzando el cuerpo de nuestro veterinario, entre montones de espuma, hacia una ensenada donde el agua se calmaba.
Lugano se arrastró a duras penas y se dejó caer sobre la arena en una especie de sopor. La cabeza le daba vueltas y le faltaba el aire, pero de pronto sintió sobre su frente una mano suave que lo acariciaba. Cuando abrió los ojos, Alicia le sonreía con ternura. Y no le extraño encontrarla ni se sorprendió. Solo se paró. La beso con infinita ternura y caminaron de la mano hasta un lugar lleno de árboles y flores, y se sentaron a conversar. Alicia le explicó que ese era su lugar ahora, pero que él iba a tener que buscar a su hijita. Ella había elegido dejarla atras al venir, porque quiso que estuviera con Lugano para compartir vida y sentimientos.
El diálogo era cautivante aunque parecían no hablar. Se comunicaban extrañamente mirándose a los ojos. Y así, ella le contó a su amado, que el espíritu de su bebé estaba ahora junto con el de Esperanza, la pequeña hija de Susana, que también merecía y necesitaba el amor de Lugano. Sobre todo dentro de poco tiempo en que quedaría sola con él.
Y de pronto dejaron de comunicarse. Se miraban desde el alma, hasta que Alicia comenzó a convertirse en una imagen desdibujada que se fué alejando. Lugano cerró los ojos, inspiró, y al abrirlos se encontró con los de Marina, que gritó de felicidad al ver que despertaba. Pronto llegaron otros miembros de la tribu. Lugano había estado inconciente casi cinco días y nuevamente lo había salvado el médico con sus plantas.
Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...