martes, 2 de febrero de 2010

La llorona

Llegó el viernes con su querido gato en una jaulita. Lloraba a moco tendido mientras me explicaba que el animal tenía los mismos signos nerviosos de otros tres que se le habían muerto en los últimos años.
Le expliqué que ibamos a probar un tratamiento distinto para tratar de salvarlo. Lloró de agradecimiento.
El domingo me llamó por teléfono. Yo estaba en la playa en Necochea. Lloraba. Esta vez era de alegría porque el pobre minino había comido un pedacito de carne. Y se despidió llorando. Quedamos en verlo el lunes.
El lunes apareció también llorando ¡Mientras sonreía!
Revisé el gato y estaba en las últimas. Cuando le miré las mucosas, y sin que ella lo escuchara me dijo: -¡Estoy podrido de escucharla llorar dotor!-
Yo me hice el disimulado y repetí el tratamiento. Después me despedí amablemente porque me iba a hacer un trabajo al campo. Ella quedó esperando que la vinieran a buscar y el gato muy jodido en su jaulita.
Mientras iba en viaje para La Numancia llamó Natalia desde la vete. De fondo se escuchaban alaridos de llanto.
-¿Jorge?-
-¡Sí Natalia! ¿Que pasó?-
-El gato está dando unas patadas. Creo que se murió....¡Uh! Ahí esta Roberto y me hace señas que sí . Que ya está listo ¿Que hago? La señora está llorando muy fuerte-
-¡Y nada! Dale saludos. Tal vez el pobre no aguantó mas escucharla llorar...-
-¿Le digo eso?
-¡No Natalia!

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