viernes, 5 de febrero de 2010

El viaje misterioso de Lugano

Y les contaba antes que...
Lugano volvió a su choza y ya no pudo dormir. Pensaba en Alicia, en Marina, en lo que había pasado en este tiempo y se sintió terriblemente solo y vació. Empezó a llorar en silencio. Era la primera vez que lloraba en mucho tiempo.
Sentía un tremendo hueco en el pecho. En su corazón, su mente y su alma explotaron los últimos años de sufrimiento y de pérdidas. No pudo parar el llanto interminable. Perdió la noción del tiempo y del espacio, y su entorno se hizo difuso. No sintió ningún dolor cuando las garras de aquel ave gigantesca se incrustaron en su carne y lo levantaron por el aire. Terribles uñas filosas le habían perforado el costado del pecho y una pierna Pronto la selva se hizo una mancha oscura en el vacío. Volaron alto y lejos. Lugano solo miraba y sentía el frío atroz del cielo estrellado. Montes altos sucedieron a la llanura boscosa y cuando ya el sol rayaba el filo del horizonte, el enorme animal descendió en un nido gigantesco sobre una saliente rocosa de las montañas. Tres pichones del tamaño de elefantes esperaban ansiosos su desayuno. Increiblemente Lugano se sentía lúcido y agil. En cuanto la madre cazadora aflojó su abrazo penetrante, el chico comprendió que tenía solo un instante antes de ser comido por los hambrientos pichones. Gracias a su pequeño tamaño pudo incrustarse entre las enormes ramas que formaban el nido y se fué deslizando hacia las profundidades. El ave, furiosa con el escape, lanzaba tremendos picotazos que hacían tambalear aquella enorme estructura, y por primera vez, lanzó unos gritos tan estridentes, que el eco se repetía mil veces entre las paredes de piedra.
Lugano se seguía escabullendo a pesar de los temblores, y al llegar al fondo de piedra, encontró un hueco donde pudo esconderse y recobrar el aliento. Nada le dolía. Solo sentía una enorme agudeza en los sentidos. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar, vió que el hueco en el que estaba, en realidad era la salida de una especie de tunel, así que decidió ver hasta donde llegaba. Caminó tanteando las paredes durante mucho tiempo. Pudieron ser minutos u horas. Tampoco tenía noción del tiempo. De a ratos, un raro resplandor iluminaba debilmente aquel lugar laberíntico. El seguía caminando. En un momento llegó al borde de un terraplén desde donde pudo ver lo que parecía un lago interminable. Una fuerte luz bañaba aquel lugar perdido en el vientre de la montaña. Miró hacia el hueco por donde había llegado, pero el tunel oscuro y ascendente por el que bajó, le pareció ya imposible de desandar. La única alternativa era seguir adelante, así que rodeó con cuidado el terraplén, y llego al borde del agua que era tibia y cristalina.
La playa delicada estaba cubierta de troncos y lianas. Despues de un baño interminable en aquel agua milagrosa que pareció curarle sus nuevas heridas, Lugano se puso a construir una balsa en la que poder seguir su viaje misterioso.
Continuará

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