miércoles, 24 de febrero de 2010

Los profesionales

Muchas veces dije a mis alumnos de la Facultad, que al recibirse ya no serían mas personas "normales". Causaba un poco de sorpresa, pero en realidad me refería a que siento que como profesionales, tenemos una deuda de honor y gratitud con el país que nos dió la posibilidad de serlo. No concibo un profesional que no sea una persona especial.
Debe ser un referente social. Debe expresarse de la mejor manera, tanto al hablar como al escribir. Debe estimular con su ejemplo para que haya cada vez mas gente que elija ser bueno, o muy bueno, en su tarea. Debe predicar la excelencia. Que el que tiene que barrer la plaza se esmere en ser bueno en eso, tanto como el que fabrica muebles a medida o el peluquero. Que predique la rebeldía contra la mediocridad y que haya leído y releído "El hombre mediocre" de José Ingenieros. Extraordinario filósofo nuestro.
Un profesional tiene que aspirar a ser una fuente de luz. Porque la luz abarca, contagia, ilumina y envuelve hasta las mas hondas negruras.
Y no solo podrá lograrlo con el discurso, sino con su accionar contagioso. Un profesional debe despreciar la pereza, la indolencia, la corrupción, el engaño, la mentira y el vicio.
Cuando esto decía muchos pensaban en lo dificil que sería lograrlo, entonces agregaba que no hace falta elevarse a enormes alturas para esto. Solo basta con dirigir la flecha en la dirección correcta. Tender hacia una meta. Dirigirse a un lugar. Armar un modelo al que aspirar y caminar hacia allí. Y cada uno, de acuerdo a sus capacidades, recorrará el camino que pueda.
En mi caso tengo un Monte Olimpo imaginario donde habita la gente que me ha inspirado y hacia donde trato de encaminarme. Allí arriba, muy arriba, está mi padre, y no solo como cuestión profundamente afectiva, sino por los valores que tuvo y que nos transmitió a sus hijos y a los que lo rodearon, hay un científico descollante como Bernardo Houssay, una inteligencia descomunal como la de Leonardo Da Vinci, una mente lúcida como la de Charles Darwin; y algunos contemporaneos, aún vivos, que prefiero no nombrar por pudor, pero que me estimulan a ser cada vez mejor en mi actividad.

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