sábado, 27 de febrero de 2010

Boca torcida

Pido perdón por el tono de lo que sigue, pero no encuentro una manera de decirlo mejor. Por las dudas saquen a los niños de la PC

¡Que me dejen de joder con la táctica y la importancia de los entrenadores!
Salvo que uno sea hincha del Barcelona o algún otro equipo de galácticos, de ahí para abajo, el resto si quiere ganar, tiene que tener ojete ¡Un ojete así! Como tuvo Boca con Bianchi...
Ma que celular de Dios.... Solo Ojete para que Oscar Cordoba atajara esos penales en Brasil. Si hubiera perdido ahí (cosa mas que facil) nadie se acordaría de ese equipo.
¡Si señores! Hay que tener todo el recontraojete que nos está faltando ahora.
¿Como mierda puede ser que estos muertos de Estudiantes nos empaten en el descuento? Despues que nos perdimos chiquicientos mil goles.... ¡Pero la fruta que los partió! Solo se explica pensando que no ligamos desde hace mucho tiempo.
No hueveen con que el querido Pato estaba viejo. ¡Las pelotas estaba viejo! Ahora les vá a dar alegrones a los brasucas ¡Ya lo vamos a extrañar cuando el tilinguito de García se coma una montaña de goles por el recontraasqueroso culo que están teniendo todos los que juegan contra nosotros!
¡Y bueno carajo! Solo espero que el martes le rompan el humilde a Velez así se me pasa el maldito dolor de panza que tengo desde ayer.

viernes, 26 de febrero de 2010

La participación

Y en tren de reflexiones otra cortita...
No creo en eso de que "no podemos quejarnos si no participamos".
Porque no es así. Cada uno en su tarea y tratando de hacerlo cada vez mejor es la clave. ¿Por que debe un excelente cirujano meterse en la política solo porque es honesto? ¿O por qué un productor agropecuario que hace lo suyo con pasión, debería recorrer el mismo camino para tener derecho a quejarse?
Los ciudadanos tenemos distintas capacidades y aptitudes, y lo bueno del asunto, es que el país le dé a cada uno la posibilidad de expresarlo de la mejor manera. Y así como habrá grandes artesanos y maestros, habrá muy buenos políticos, con vocación profunda por el bienestar general y el progreso del país, así como gente a la que le apasione juntarse en comisiones y trabajar por la comunidad.
No creo en las marchas multitudinarias, los llantos por TV, las declaraciones altisonantes, los piquetes, los escraches y las cámaras ocultas.
Creo en el buen trabajo cotidiano, el poder del voto que elimine hasta el último de los políticos corruptos, acomodaticios, ladrones y sinverguenzas, y sobre todo, en que haya instituciones fuertes y respetables. Y creo tambien, que en Argentina hay mucho por hacer. Por lo que falta, y por todo lo que han destruido en las últimas décadas.
Se necesitan ejemplos. Que se pueda mirar hacia arriba y ver gente honesta y con buenas intenciones, y por suerte, hay tanta inteligencia, habilidad y excelencia en la mayoría de nosotros, que parafraseando a cierto personaje, también pienso que "estamos condenados al exito".
¿Seré demasiado optimista?

miércoles, 24 de febrero de 2010

Los profesionales

Muchas veces dije a mis alumnos de la Facultad, que al recibirse ya no serían mas personas "normales". Causaba un poco de sorpresa, pero en realidad me refería a que siento que como profesionales, tenemos una deuda de honor y gratitud con el país que nos dió la posibilidad de serlo. No concibo un profesional que no sea una persona especial.
Debe ser un referente social. Debe expresarse de la mejor manera, tanto al hablar como al escribir. Debe estimular con su ejemplo para que haya cada vez mas gente que elija ser bueno, o muy bueno, en su tarea. Debe predicar la excelencia. Que el que tiene que barrer la plaza se esmere en ser bueno en eso, tanto como el que fabrica muebles a medida o el peluquero. Que predique la rebeldía contra la mediocridad y que haya leído y releído "El hombre mediocre" de José Ingenieros. Extraordinario filósofo nuestro.
Un profesional tiene que aspirar a ser una fuente de luz. Porque la luz abarca, contagia, ilumina y envuelve hasta las mas hondas negruras.
Y no solo podrá lograrlo con el discurso, sino con su accionar contagioso. Un profesional debe despreciar la pereza, la indolencia, la corrupción, el engaño, la mentira y el vicio.
Cuando esto decía muchos pensaban en lo dificil que sería lograrlo, entonces agregaba que no hace falta elevarse a enormes alturas para esto. Solo basta con dirigir la flecha en la dirección correcta. Tender hacia una meta. Dirigirse a un lugar. Armar un modelo al que aspirar y caminar hacia allí. Y cada uno, de acuerdo a sus capacidades, recorrará el camino que pueda.
En mi caso tengo un Monte Olimpo imaginario donde habita la gente que me ha inspirado y hacia donde trato de encaminarme. Allí arriba, muy arriba, está mi padre, y no solo como cuestión profundamente afectiva, sino por los valores que tuvo y que nos transmitió a sus hijos y a los que lo rodearon, hay un científico descollante como Bernardo Houssay, una inteligencia descomunal como la de Leonardo Da Vinci, una mente lúcida como la de Charles Darwin; y algunos contemporaneos, aún vivos, que prefiero no nombrar por pudor, pero que me estimulan a ser cada vez mejor en mi actividad.

El sueño de Lugano

Y les contaba antes que...
La playa delicada estaba cubierta de troncos y lianas. Despues de un baño interminable en aquel agua milagrosa que pareció curarle sus nuevas heridas, Lugano se puso a construir una balsa en la que poder seguir su viaje misterioso.
¡Y gritó feliz porque se sentía lleno de fuerzas! Y el grito retumbó mil veces en los huecos de la gigantesca caverna. En cuanto terminó la precaria embarcación se lanzó al agua y empujandose con una pértiga de madera, comenzó a bordear el lago. Todo parecía sobrenatural. No se oían ruidos, solo el lamido de la balsa sobre el espejo manso. Navegó por un tiempo indefinido, hasta que de pronto el agua se puso en movimiento. Primero en forma casi imperceptible, pero enseguida con mas fuerza hasta transformarse en una correntada poderosa que hizo mover la balsa cada vez mas rápido.
Lugano se sentó y se dejó llevar. Nada mas podía hacer. La velocidad era enorme y de pronto la caverna se transformó otra vez en un tunel descendente, y luego en saltos contra piedras enormes que en unos segundos destrozaron la embarcación, lanzando el cuerpo de nuestro veterinario, entre montones de espuma, hacia una ensenada donde el agua se calmaba.
Lugano se arrastró a duras penas y se dejó caer sobre la arena en una especie de sopor. La cabeza le daba vueltas y le faltaba el aire, pero de pronto sintió sobre su frente una mano suave que lo acariciaba. Cuando abrió los ojos, Alicia le sonreía con ternura. Y no le extraño encontrarla ni se sorprendió. Solo se paró. La beso con infinita ternura y caminaron de la mano hasta un lugar lleno de árboles y flores, y se sentaron a conversar. Alicia le explicó que ese era su lugar ahora, pero que él iba a tener que buscar a su hijita. Ella había elegido dejarla atras al venir, porque quiso que estuviera con Lugano para compartir vida y sentimientos.
El diálogo era cautivante aunque parecían no hablar. Se comunicaban extrañamente mirándose a los ojos. Y así, ella le contó a su amado, que el espíritu de su bebé estaba ahora junto con el de Esperanza, la pequeña hija de Susana, que también merecía y necesitaba el amor de Lugano. Sobre todo dentro de poco tiempo en que quedaría sola con él.
Y de pronto dejaron de comunicarse. Se miraban desde el alma, hasta que Alicia comenzó a convertirse en una imagen desdibujada que se fué alejando. Lugano cerró los ojos, inspiró, y al abrirlos se encontró con los de Marina, que gritó de felicidad al ver que despertaba. Pronto llegaron otros miembros de la tribu. Lugano había estado inconciente casi cinco días y nuevamente lo había salvado el médico con sus plantas.
Continuará...

lunes, 22 de febrero de 2010

¡Se viene la come y duerme!

¡Se viene la come y duerme! Decía un viejo del campo cada vez que una tormenta se perfilaba en el horizonte y se olía la posibilidad de lluvia.
Es que para los que trabajamos al aire libre y a la intemperie, el clima influye directamente en nuestras labores. Para los veterinarios rurales, el agua trae la suspensión de los trabajos de manga como vacunaciones, tactos, revisaciones de toros, y todas las tareas que puedan correrse sin problemas, pero hay algunas cosas que se deben hacer de cualquier forma...¡Y ahí te quiero ver escopeta!
Es en estos días que las vacas suelen tener partos complicados, o los caballos se hacen feas heridas que requieren rápidas suturas, o hay prolapsos urgentes que atender, así que el noble trabajador debe estar bien equipado con equipo de agua y botas de goma, y largarse a los caminos embarrados sin dudar.
Manejar en el barro es un arte. Hay que tener una especial sensibilidad. No cualquiera lo hace. Creo que se aprende de joven o nunca mas. Y el veterinario rural generalmente maneja bien en el barro. Atraviesa pantanos, abre huellas, sabe salir de encajaduras bravas y llega a destino, con su sabiduría y destreza a cuestas.
Después sí, al volver a la casa nada mejor que un baño caliente, unos mates, y a disfrutar de las horas de lluvia poniendose al día con lecturas atrasadas, escribiendo artículos o informes y ordenando la papelería, mientras se oye la música de las gotas bailando sobre la chapa.
Recién salí a medir y ya han caído 48 mm esta tarde ¡Que bueno!

domingo, 21 de febrero de 2010

El domingo de Benitez

-¿A donde te vas?- Preguntó Benitez, mientras me miraba preparar el equipo de mate y bajar el instrumental de la camioneta
-¡A la playa Benitez! Ojala el domingo esté bueno y pueda hacer una corrida por la arena. Hoy tengo ganas de hacer distancia y despues darme un chapuzon interminable en el mar-
¡Que suerte! Oí que decía mientras atacaba el desayuno recién servido. Yo seguí contento con los preparativos.
-¿Puedo ir?- Dijo de pronto
-¿Como vas a ir a la playa? No estás acostumbrado. Además no hay lugares para vos-
-¡Y cuando podré salir entonces! Porque es cierto que yo hace tiempo que estoy acá y que esta jaula es mi vida, pero no sabés lo que me aburro cuando la veterinaria está cerrada y lo único que hago en todo el día es bajar de mi palito y picotear los mismos granos que estoy comiendo hace tres años-
Me dió lastima mi pobre canario naranja y le dije: -Lo que podría hacer es dejarte suelto en el local, pero tenés que tener cuidado con la pecera grande-
-¡Sí! ¡Ya sé! Me contaste un montón de veces la historia de Tevez, que se ahogó un día que lo dejaste suelto, pero la verdad es que estaría bueno poder moverme un poco mas. Confiá en mí-
Y entonces abrí la jaulita. Puse un poco de alimento en un plato chiquito y ví como volaba trabajosamente hasta el respaldo de la silla de la cocina.
-¡Chau Benitez! Cuidate-
-¡Chau Jorge! Que lo pasen bien-
Y me fuí a la playa.

sábado, 20 de febrero de 2010

Trucos viejos


Supe alguna vez que los japoneses creen que alguien es bueno en un oficio o profesión despues de la septima generación familiar haciendo esa actividad.
Es que hay cosas prácticas que se van heredando al crecer uno, al lado de alguien que hace su misma tarea.
Creo haber contado en algún lugar de este blog que mi viejo fué un gran veterinario en muchos sentidos. Trabajador incansable, estudioso, innovador y creativo.
De él aprendí este sencillo modo de resolver una hernia umbilical en un potrillo que les muestro en estas dos fotografías. Solo cambié algo que tal vez hagan mis hijos veterinarios, y fué reemplazar los clavos de herradura que él usaba, por prolijos alambres acerados bien afilados.
¡Ah! El colgajo se cae exactamente entre los once y los doce días

sábado, 13 de febrero de 2010

Y en el otro rincon... ¡El elefante!

La entrada anterior en la que contaba los lances amorosos del león, provocó algunos comentarios personales y montones de chistes relacionados, pero como la naturaleza es generosa y siempre compensa algunos excesos, allí está la menguada, a nuestro criterio, actividad sexual del elefante.
Las elefantas tienen un período de gestación de alrededor de 18 meses. Una vez que pare, mamá elefanta se dedica con esmero a atender a su cría, así que por seis a ocho meses se olvida del sexo y la reproducción. Esto hace que, con suerte, una vez cada ¡Dos años! se dedique al noble deporte del apareamiento.
El soberbio y altanero macho espera que te espera, que de sus diez o doce nenas, alguna tenga ese bonito instante en que lo acepta y así, el gigantón, tiene unas 10 a 12 alegrías en dos años.
Y no todo termina ahí. Es tan grande y tan pesado su cuerpo, que no puede darse el lujo, como el cerdo, de estar mucho tiempo sobre su amada. Sus patas traseras no lo soportarían. Entonces el barba lo ha provisto de un ingenioso dispositivo sensitivo-motor en su pene, que hace que este se mueva, perciba las humedades de la hembra y cumpla su cometido en forma casi autónoma y rapidísima. Con decirles que el pobre elefante debe esperar veinticuatro meses para gozar solo uno o dos minutos.
¡No hay nada que hacer! Siempre hay alguno que esta peor...

miércoles, 10 de febrero de 2010

Un león

El león, rey de la selva, es un tipo familiero. Después de trabajosos esfuerzos consigue armar un lindo harén con cuatro a seis hembras a las que vigila con esmero. Muchas veces ellas hacen el trabajo sucio de la cacería, para que el machito y sus hijos coman sin gastar demasiada energía. El mantiene el territorio de su familia vigilado y libre de intrusos. Y allí viven. No sé si felices porque ya sería darles un sentimiento humano, pero se los vé bien.
Cuando una leona entra en celo, los calores le duran varios días, y entonces el rey, comienza a vivir algunos dulces días al principio, y días de pesadilla al final.
El candidato la sube y hace su trabajo una vez, dos, tres, cuatro, veinte, cincuenta y hasta ¡300 veces!, pero la tipa nada, con esa calentura tan felina, sigue refregando sus partes contra el exhausto marido como si nada hubiera pasado.
¡Y como la naturaleza es sabia, la cosa sucede! Ese es el único momento en que un león deja entrar a un enemigo a su territorio, para terminar la faena. En un acuerdo sin palabras, el otro llega corriendo, mientras el marido se tira a descansar bajo una planta, y se dedica a trabajar en la hembra hasta que la minita queda contenta.
De todas maneras, el papá titular se aseguró su descendencia con los primeros 300 saltos... ¡Tomá!

domingo, 7 de febrero de 2010

Desculatada no podía parir

Acá estan saliendo los dos bonitos corderos

Una buena sutura con la que Desculatada quedó muy conforme

Y por último, la foto familiar con "el dotor", que pidió la mamá

-¡Por fin llegó Dotor!- Dijo Desculatada con un balido entrecortado y tembloroso. Es la oveja del quintero del pueblo.
-¡Hola Desculatada! ¿Desde cuando andás así? ¿Te metió mano Don Martín?-
-¡Y sí! Me estuvo tratando de sacar el cordero con las manos llenas de tierra. Recién había estado cosechando cebollas y zanahorias... ¡El muy animal!-
-¡Bueno! Quedate tranquila. Acá estamos nosotros para ayudarte- Le dije y me puse un guante para tratar de palpar que era lo que le pasaba con su cordero.
-¡Ah! Acá estoy tocando un corderito con la cabeza desviada ¡Y es enorme! ¡Uh! Y acá hay otro- Anuncié contento
-¿En serio?- Dijo Desculatada -¡Que bueno! Pero por mas que hago fuerza no salen-...
-¡Esperá! Te hago una cesarea en un ratito y pronto tendrás a tus chicos tomando teta-
-¡Que bueno dotor Jorge!- Dijo Desculatada, llena de emoción.
En unos minutos los dos corderos estuvieron afuera y la mamá, muy contenta, le pidió al vete que me acompañó que nos sacara una foto. Cualquier día que vaya a la quinta a comprarle verdura a Don Martín, se la llevo para que la vea y se la muestre a sus chicos.
Lo que me tengo que acordar es de no acercarme demasiado, porque ha quedado tan agradecida, que aprovecha cualquier descuido para darme algún beso con su hocico peludo.


viernes, 5 de febrero de 2010

El viaje misterioso de Lugano

Y les contaba antes que...
Lugano volvió a su choza y ya no pudo dormir. Pensaba en Alicia, en Marina, en lo que había pasado en este tiempo y se sintió terriblemente solo y vació. Empezó a llorar en silencio. Era la primera vez que lloraba en mucho tiempo.
Sentía un tremendo hueco en el pecho. En su corazón, su mente y su alma explotaron los últimos años de sufrimiento y de pérdidas. No pudo parar el llanto interminable. Perdió la noción del tiempo y del espacio, y su entorno se hizo difuso. No sintió ningún dolor cuando las garras de aquel ave gigantesca se incrustaron en su carne y lo levantaron por el aire. Terribles uñas filosas le habían perforado el costado del pecho y una pierna Pronto la selva se hizo una mancha oscura en el vacío. Volaron alto y lejos. Lugano solo miraba y sentía el frío atroz del cielo estrellado. Montes altos sucedieron a la llanura boscosa y cuando ya el sol rayaba el filo del horizonte, el enorme animal descendió en un nido gigantesco sobre una saliente rocosa de las montañas. Tres pichones del tamaño de elefantes esperaban ansiosos su desayuno. Increiblemente Lugano se sentía lúcido y agil. En cuanto la madre cazadora aflojó su abrazo penetrante, el chico comprendió que tenía solo un instante antes de ser comido por los hambrientos pichones. Gracias a su pequeño tamaño pudo incrustarse entre las enormes ramas que formaban el nido y se fué deslizando hacia las profundidades. El ave, furiosa con el escape, lanzaba tremendos picotazos que hacían tambalear aquella enorme estructura, y por primera vez, lanzó unos gritos tan estridentes, que el eco se repetía mil veces entre las paredes de piedra.
Lugano se seguía escabullendo a pesar de los temblores, y al llegar al fondo de piedra, encontró un hueco donde pudo esconderse y recobrar el aliento. Nada le dolía. Solo sentía una enorme agudeza en los sentidos. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar, vió que el hueco en el que estaba, en realidad era la salida de una especie de tunel, así que decidió ver hasta donde llegaba. Caminó tanteando las paredes durante mucho tiempo. Pudieron ser minutos u horas. Tampoco tenía noción del tiempo. De a ratos, un raro resplandor iluminaba debilmente aquel lugar laberíntico. El seguía caminando. En un momento llegó al borde de un terraplén desde donde pudo ver lo que parecía un lago interminable. Una fuerte luz bañaba aquel lugar perdido en el vientre de la montaña. Miró hacia el hueco por donde había llegado, pero el tunel oscuro y ascendente por el que bajó, le pareció ya imposible de desandar. La única alternativa era seguir adelante, así que rodeó con cuidado el terraplén, y llego al borde del agua que era tibia y cristalina.
La playa delicada estaba cubierta de troncos y lianas. Despues de un baño interminable en aquel agua milagrosa que pareció curarle sus nuevas heridas, Lugano se puso a construir una balsa en la que poder seguir su viaje misterioso.
Continuará

martes, 2 de febrero de 2010

La llorona

Llegó el viernes con su querido gato en una jaulita. Lloraba a moco tendido mientras me explicaba que el animal tenía los mismos signos nerviosos de otros tres que se le habían muerto en los últimos años.
Le expliqué que ibamos a probar un tratamiento distinto para tratar de salvarlo. Lloró de agradecimiento.
El domingo me llamó por teléfono. Yo estaba en la playa en Necochea. Lloraba. Esta vez era de alegría porque el pobre minino había comido un pedacito de carne. Y se despidió llorando. Quedamos en verlo el lunes.
El lunes apareció también llorando ¡Mientras sonreía!
Revisé el gato y estaba en las últimas. Cuando le miré las mucosas, y sin que ella lo escuchara me dijo: -¡Estoy podrido de escucharla llorar dotor!-
Yo me hice el disimulado y repetí el tratamiento. Después me despedí amablemente porque me iba a hacer un trabajo al campo. Ella quedó esperando que la vinieran a buscar y el gato muy jodido en su jaulita.
Mientras iba en viaje para La Numancia llamó Natalia desde la vete. De fondo se escuchaban alaridos de llanto.
-¿Jorge?-
-¡Sí Natalia! ¿Que pasó?-
-El gato está dando unas patadas. Creo que se murió....¡Uh! Ahí esta Roberto y me hace señas que sí . Que ya está listo ¿Que hago? La señora está llorando muy fuerte-
-¡Y nada! Dale saludos. Tal vez el pobre no aguantó mas escucharla llorar...-
-¿Le digo eso?
-¡No Natalia!

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...