Nos fuimos bien temprano al campo que los Paretto alquilan en Ayacucho. Teníamos que hacer tacto y sangrado a un montón de vacas, así que nos preparamos para tener un día fuerte de trabajo. Hacía frío, pero lo más molesto era el viento inclemente, que en un lugar sin lomas ni sierras como la Cuenca del Salado, parece que golpeara mas.
A mediodía nos arrimamos a almorzar a la casa de Atilio Gomez, el encargado. Nos esperaba el calorcito de la cocina a leña y la larga mesa tendida. Unos galletones frescos al lado de los platos enlozados, y en el medio, la botella de Amargo serrano y la jarra con agua.
-¿Toma vino dotor?- Preguntó Atilio
-¡Y bueno! ¡Lo probamos!- Contesté. Contento de poder tomarme un vasito de tinto
Una vez que nos lavamos y acomodamos, Alcira trajo la fuente grandota llena de tallarines y la asadera con el pollo estofado.
-¡Metalé patrón!- Apuró Alcira -¡No deje que se enfríe!-
Todos se sirvieron unas buenas porciones. Estaban los dos hermanos Paretto, Juan y yo, Atilio y la mujer, Martín el hijo mozo, y la hija de los Gomez, una muchacha de unos 15 años, que tenía una gran peladura sobre la cara.
-¿Qué te pasó Celina?- Pregunté. Calculando que sería alguna caída de un potro, o algo así, ya que la piba es una india bárbara. Todos se miraron y de golpe largaron la risa, mientras la muchachita se ponía violeta de verguenza.
-¿Sabe que pasó dotor?- Dijo la madre. Que la muy salvaje anda siempre hecha una mascarita. Ni los calzones se cose. Y ahí estuvo la macana. El domingo salió toda deschacada a cargar agua en la bomba que esta afuera., pero en cuanto llenó la palangana, apareció la camioneta del gavilán del vecino que la anda rondando-
-¡Pero mamá!- Atinó a protestar Celina, mientras el hermano se reía sin parar.
-Y en el apuro por esconderse- Siguió la madre -La muy pavota salió corriendo para la casa con la palangana, se le cayo la bombacha hasta los talones, se pialó, y dio de cabeza en el suelo con el culo al aire. Diga que el vecino cuando vio el accidente hizo como que seguía hasta el galpón, que de no, la cosa hubiera sido peor-
-¡Y sí!- Dijo el viejo Paretto, que por ser viejo, estaba habilitado a decirlo –Siempre conviene tener los calzones bien arreglados-
A mediodía nos arrimamos a almorzar a la casa de Atilio Gomez, el encargado. Nos esperaba el calorcito de la cocina a leña y la larga mesa tendida. Unos galletones frescos al lado de los platos enlozados, y en el medio, la botella de Amargo serrano y la jarra con agua.
-¿Toma vino dotor?- Preguntó Atilio
-¡Y bueno! ¡Lo probamos!- Contesté. Contento de poder tomarme un vasito de tinto
Una vez que nos lavamos y acomodamos, Alcira trajo la fuente grandota llena de tallarines y la asadera con el pollo estofado.
-¡Metalé patrón!- Apuró Alcira -¡No deje que se enfríe!-
Todos se sirvieron unas buenas porciones. Estaban los dos hermanos Paretto, Juan y yo, Atilio y la mujer, Martín el hijo mozo, y la hija de los Gomez, una muchacha de unos 15 años, que tenía una gran peladura sobre la cara.
-¿Qué te pasó Celina?- Pregunté. Calculando que sería alguna caída de un potro, o algo así, ya que la piba es una india bárbara. Todos se miraron y de golpe largaron la risa, mientras la muchachita se ponía violeta de verguenza.
-¿Sabe que pasó dotor?- Dijo la madre. Que la muy salvaje anda siempre hecha una mascarita. Ni los calzones se cose. Y ahí estuvo la macana. El domingo salió toda deschacada a cargar agua en la bomba que esta afuera., pero en cuanto llenó la palangana, apareció la camioneta del gavilán del vecino que la anda rondando-
-¡Pero mamá!- Atinó a protestar Celina, mientras el hermano se reía sin parar.
-Y en el apuro por esconderse- Siguió la madre -La muy pavota salió corriendo para la casa con la palangana, se le cayo la bombacha hasta los talones, se pialó, y dio de cabeza en el suelo con el culo al aire. Diga que el vecino cuando vio el accidente hizo como que seguía hasta el galpón, que de no, la cosa hubiera sido peor-
-¡Y sí!- Dijo el viejo Paretto, que por ser viejo, estaba habilitado a decirlo –Siempre conviene tener los calzones bien arreglados-
Disfrutamos muchísimo la armonía entre los cuentos de campo y tu excelente narrativa.
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