miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las Mil y Una Noches


“Las mil y una noches” es un libro árabe que se escribió hace mas de 5000 años. Se cree también que fueron varios los autores de esta obra monumental. Es increíble la imaginación desbordante de sus historias, que fueron tomadas por escritores de todos los tiempos como propias. Hace poco me asombró encontrar en “El alquimista”, de Paulo Coelho, una historia sacada literalmente de allí. Lo malo es que no menciono la fuente.
Hay párrafos memorables como este, donde un candidato le cuenta al califa, de su primer encuentro íntimo con una linda mujer:
…”Y al punto vino ella a mí, y se echó sobre mí, y se restregó conmigo con un ardor asombroso. Y yo, ¡Oh mi señor!, sentí que mi alma se albergaba por entero donde tú sabes, y di cima a la obra para la que se me había requerido, y a la tarea que se me pedía, y vencí lo que hasta entonces pertenecía al dominio de lo invencible, y abatí lo que estaba por abatir, y arrebaté lo que estaba por arrebatar, y tomé lo que pude y di lo que era necesario, y me levanté, y me eché, y cargué, y descargué, y clavé, y forcé, y llené, y barrené, y reforcé, y excité, y apreté, y derribé, y avancé, y recomencé, y de tal manera, ¡Oh mi señor! Que aquella noche quien tu sabes fue realmente el valiente a quien llaman el cordero, el herrero, el aplastante, el calamitoso, el largo, el férreo, el llorón, el abridor, el agujereador, el frotador, el irresistible, el báculo del derviche, la herramienta prodigiosa, el explorador, el tuerto acometedor, el alfanje del guerrero, el nadador infatigable, el ruiseñor canoro, el padre de cuello gordo, el padre de nervios gordos, el padre de huevos gordos, el padre del turbante, el padre de cabeza calva, el padre de los estremecimientos, el padre de las delicias, el padre de los terrores, el gallo sin cresta ni voz, el hijo de su padre, la herencia del pobre, el músculo caprichoso y el grueso nervio dulce, y en esa noche bendita, ¡Oh mi señor!, el cordero no dio menos de treinta topetazos a aquella oveja batalladora, y no cesó la lucha hasta que su contrincante hubo pedido gracia, dándose por vencida”…
¡Qué bárbaro! Parece que aquella gente no se andaba con cosas chicas, ni a la hora de hacerlas, ni a la de contarlas

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