Hace
cosa de un año fue el accidente. Largaron los veinte potros al campo, y al
pasar por la tranquera que da al molino, el enorme tostado se dio la punta de
la cadera contra un bulón que sobresale en el poste. Se hizo un flor de corte,
y como justo yo estaba en el campo, me tocó trabajar en las primeras curas.
Limpié con cuidado la herida, anestesié la zona, y apliqué unos bonitos puntos
de sutura. El caballo se recuperó y todos se olvidaron del asunto, pero a los
dos meses, cuando ya el potro estaba en el pueblo de Juan N. Fernández, en la
quinta del que lo iba a amansar, la herida se volvió a abrir. Y los siguientes
meses se pasaron entre curas y recaídas.
Me
hicieron la consulta por teléfono. Por los datos que me fueron dando, quedé con
la idea de que era una fístula, aunque no podía imaginar que habría en el fondo
de aquella vieja herida ¿Tal vez un pedazo de fierro? ¿O una gran astilla de
madera?
Hace
tres semanas cargaron el animal, ya manso de abajo, en un carro amarillo, y lo
llevaron de nuevo al campo. Allá nos encontramos. El tostado me conocía porque
también fui el que lo capó, pero se ve que no me guardaba rencor porque me
saludo con un relinchito suave.
-¿Cómo
andas hermano?- Le dije apenas lo vi.
Revoleo
el ojo pero no dijo nada. Lo volteamos y preparamos para la operación. Apliqué
la anestesia y ahí si me hablo para que solo yo lo oyera.
-¡Jueguesé
entero dotor! No se aguanta más el dolor de la cadera ¡Me cago en la hora que
me di aquel golpe contra el poste!-
-¡No
te preocupés tostado! ¡Esto va a ser como cantar y coser!- Le dije. Aunque de
verdad no estaba muy seguro de lo que iba a pasar.
La
operación fue difícil porque el trayecto fistuloso se desviaba hacia abajo y
atrás apenas pasada la piel, pero por suerte, como a 10 centímetros de
profundidad, pude encontrar el secuestro, que era ni más ni menos que un trozo
de hueso del tamaño de una nuez grande. Lo saqué, lavé y suturé, y al rato, el
tostado estaba de nuevo parado y sacudiendo la cabeza lleno de alegría.
Ayer
lo volví a ver. Ya está completamente curado, y como para mostrarme su alegría,
se vino al trote hasta el alambrado desde el que lo estaba mirando, después se
dio vuelta y arrancó una carrera loca, tirando patadas al aire.
HOla DOCCCC. paso tiempo pensé que abandonaba el blog???
ResponderEliminarNos gustan sus historias leerlas otra vez Saludos
Buenas noches desde España Jorge, ¿de donde provenia ese pedazo de hueso?. del tamaño de una nuez. ¿Era hueso del mismo caballo?, Las fistulas son muy complicadas de curar, y si en una sola intervención lo has conseguido, tines unas buenas manos quirurgicas, y seguro que tambien un buen tratamiento.
ResponderEliminarYa me contarás el origen del dichoso huesecillo.
Saludos cordiales de Gabriel.
http://ggjineteraid.blogspot.com/
Hola Gabriel!!! Que bueno saber de vos después de tanto tiempo. En este caso, el trozo de hueso era parte de la punta del ilion que se fracturó en el momento del golpe, un año atrás. Es notable como estaba. Tal vez no lo alcances a ver en la foto, pero tenía el aspecto de un canto rodado, seguramente por acción del pus que lo rodeó durante tantos meses.
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