En
general, dejamos la cirugía en pequeños, para los días de lluvia o cuando no se
puede salir al campo por alguna otra razón.
Ese
día decidimos castrar dos perras. La del chico que abrió un taller hace poco en
el pueblo, y la de la gente del almacén. Como a las nueve de la mañana pasamos
a buscarlas. Cargamos la primera, y cuando fuimos al mercado por la otra, nos
dijeron si podíamos sacarla de la casa, que el portón del patio estaba abierto
y que la agarráramos nomás. Una vez que estuvieron bien dormidas, las operamos
sin contratiempos y mientras estábamos terminando de limpiar todo, a Juan se le
ocurrió hacer una broma:
-¡Buena
idea!- Le dije.
Pusimos
las dos perras, aún dormidas, en la caja de la camioneta y nos fuimos hasta el
almacén de los Alvarez. Paramos frente a una puerta lateral del mercado, pero
bajamos la mascota del chico del taller y la dejamos acostada en la vereda. En
cuanto entramos al negocio, que estaba lleno de gente, me gritaron desde atrás
del mostrador:
-¿Y
Jorge? ¿Cómo te fue?-
-¡Bárbaro!
¡Ahí la tengo! ¿Me abrís la puerta del costado así la entramos?-
-¡Sí!
¡Ya voy!- Dijo Andrea.
Y
allá se fueron los dueños a recibir la operada, se sumo la suegra, y por la
puerta del negocio salieron varios vecinos curiosos a chusmear un poco.
Nosotros
nos quedamos bien serios, esperando con Juan, paraditos al lado de la perra
equivocada.
En
cuanto se asomaron y la vieron, ninguno habló. Me miraron. No entendían bien
que pasaba hasta que Mauricio me dijo:
-¡Pero
esta no es mi perra!-
Yo
me reí, simulando que era él, el que me estaba haciendo un chiste, y le dije:
-¡Dale
Mauricio! ¿Dónde querés que la dejemos?-
Ahí
sí, las mujeres, y algunos conocedores del animal, empezaron a atropellarse
para tratar de convencerme de que esa no era la perra de ellos, y yo
insistiendo que la habíamos sacado del patio de su casa, y que a ellos se la tenía que dejar.
Así
estuvimos un rato. Juan y yo sin poder aguantar la risa, hasta que de pronto,
la suegra descubrió el asunto cuando vio que su animalito reposaba tranquilamente
en la caja de la camioneta.
Terminamos
a las risas y desde hace días que la broma es el comentario en el almacén.
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