Hay
gente que no sigue los caprichos de la moda.
A
los que nos gusta el deporte, vemos que los varones que salen a correr, usan
una especie de uniforme. Zapatillas descomunales, a veces con colores fluo que
no se sabe si son para andar sin peligro por calles oscuras, o solo para llamar
la atención, pantaloncitos cortos de marcas famosas, o a veces las modernas
calzas, que a los tipos les arman un bulto considerable parecido a un nido de
avutarda, remeras “inteligentes” que absorben el sudor, transformándolo en
untura para el cuerpo, buzos con diseños escalofriantes y gorras visera y
anteojos negros para completar el atuendo. Y la moda impone también algunos
aditamentos tecnológicos. Es cosa necesaria tener metidos un par de audífonos
en las orejas para que la música acompañe el esfuerzo del atleta, y un gran
aparato en la muñeca que registrará las pulsaciones, distancia recorrida,
velocidad del corredor, cantidad de pasos y movimientos respiratorios, personas
conocidas vistas en el circuito, mujeres apetecibles que corren en ambos
sentidos y mil cosas más, que luego se descargarán en algún programa de la PC.
En
el pueblo la cosa es más simple.
Antonio
Benítez es mecánico y tornero. Hace unos meses decidió hacer algo de ejercicio
y se anotó en un grupo de cincuentones, que dos veces por semana hacen algo de
deporte con el profe Miguel.
El
primer día llegó puntual al gimnasio. Vestido con pantalón y camisa Grafa y un
par de mocasines viejos. La misma ropa que usa en el taller. En cuanto
empezaron con el calentamiento, sintió que los pies se le incendiaban metidos
en aquellos cueros, así que se fue a un costado del local y se los sacó. Miguel
lo miró y le preguntó si tenía algunas zapatillas para ponerse, pero Benítez,
hombre curtido, le contestó que él estaba acostumbrado a andar en patas. Ese
día la clase duró dos horas. Primero dieron varias vueltas al trote por la
plaza, después volvieron al gimnasio y jugaron algo de básquet para terminar
con un partido de vóley a tres sets ¡Y Benítez en patas! Serio. Concentrado.
Cuentan que cuando terminó estaba todo transpirado y que parecía que algo
rengueaba. Pero no dijo nada.
Al
día siguiente, la mujer contó en el almacén que Antonio estaba en cama. Que no
se podía parar porque tenía toda la planta de los pies en carne viva y que ya
lo iba a agarrar al profe para retarlo. Estaba muy enojada porque Benítez se
iba a perder varios días de trabajo justo en plena cosecha.
Un
mes después el atleta volvió al gimnasio luciendo unas lindas zapatillas Topper
y el equipo Grafa bien lavadito y planchado.
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