Hay
una especie de aceleramiento general. Hace un tiempo escribí una breve nota
sobre el tema, contando algo que me impresionó mucho en mis épocas de
estudiante universitario, cuando el Dr. De Diego, un gran profesor de
Enfermedades Infecciosas, mostró un cuadro donde se marcaban los períodos de
tiempo transcurridos entre los grandes hitos de la civilización humana. Del
fuego a la rueda, de la rueda al uso de los metales, de allí a la energía
eléctrica y así sucesivamente. Con asombro veíamos que entre los primeros,
pasaban miles de años, mientras que, entre los últimos solo hay pocos decenios,
y actualmente, algunos meses que los separan.
Lo
más impactante que está sucediendo frente a nosotros es el cambio en las
comunicaciones. Los seres humanos estamos cada vez mas interconectados. Muy
interconectados. Angustiosamente interconectados.
Y
parece que los humanos reaccionamos frente a esto como podemos. No hay
manuales.
Surgen
fenómenos novedosos. Algunos muy visibles como las multitudinarias
manifestaciones convocadas a través de las redes sociales, que han llegado a
terminar con gobiernos enteros, y otros fenómenos más íntimos como la
dependencia enfermiza de los aparatos electrónicos y de comunicación, o los
cambios en las relaciones de pareja por nombrar algunos.
Nadie
tiene la verdad. Ni el que hace uso y abuso de todo lo nuevo, ni el que se para
a un costado con cara de aburrido, como vaca que mira el tren.
Tal
vez podamos pensar que un individuo está en el buen camino, cuando notamos que
está sereno, feliz con lo que hace, bien relacionado con su entorno, y cuando
es capaz de reírse sanamente, cualquiera sea la actitud que adopta frente a los
cambios de la época.
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