En el pueblo de Licenciado Matienzo
vive Roberto, un muchacho que desde chico padece epilepsia. Cada tanto le
agarra algún ataque y queda tendido con fuertes convulsiones un rato, hasta que
la cosa pasa junto con el susto y el apurón de los que lo acompañan en el
momento.
El tipo es medio pícaro, así que en
el colegio uso en abundancia el recurso de tirarse al suelo con fuertes
temblores, los días que sospechaba que le tocaba dar lección. Como se dio
cuenta que los simulacros daban rédito, fue ideando otras astucias, como la de
hacerse pasar por ciego en la peatonal de Mar del Plata, para “recaudar” la
plata que le permitió vacacionar muy tranquilo, dos temporadas completas.
Hace algunos años viajó con otros
compañeros de Matienzo, a disputar un partido de fútbol agrario en el paraje “El
Solcito”. Lógicamente, Roberto es un tipo mañero y sucio para el juego. Siempre
lo ponen de defensor central y ahí reparte patadas y agarrones a lo loco. Ese
día le tocó marcar al 9 de El Solcito. Un chico habilidoso y potente, que las
primeras dos veces que lo pasó, terminó convirtiendo, así que a la vez siguiente
que el hábil encaró por el medio, Roberto le metió una tremenda patada en la
panza, que lo dejó caído sin respiración.
Medio equipo de El Solcito se le
vino encima con ganas de matarlo, así que el tipo recurrió a su viejo truco y
se tiró al suelo en una tremenda crisis epiléptica. Los compañeros, sabiendo
que era un cuento para salvarse de que lo molieran a golpes, se quedaron
quietitos mirándolo, hasta que aparecieron dos espectadores del equipo local gritando
que había que sacarle la lengua para que no se ahogara. Pero nadie se movió,
así que uno de los comedidos, con miedo de que el doliente le pudiera cortar un
dedo de un mordiscón en una de esas convulsiones, no tuvo mejor idea que
acogotarlo.
-¿Que hacés animal? ¡Sacale la
lengua pero no lo matés!– Gritaron los jugadores de Matienzo. Pero el
paramédico siguió con la maniobra, hasta que el tramposo no solo sacó la lengua,
sino que abrió los ojos, desesperado, y con un hilo de voz le gritó:
-¡Lárgueme señor! Ya estoy mejor-
El tipo lo dejó, contento de haber
salvado una vida y Roberto, como de costumbre, zafó del castigo. Eso sí, cada
vez que Matienzo visita a El Solcito, se cuida de meter pata y nunca mas tuvo
la idea de hacer un simulacro en cancha tan peligrosa.
Ajajajajajaja me encanto
ResponderEliminar