jueves, 23 de enero de 2014

El zorzal

Acá en el patio de la casa hay muchas plantas grandes y varios árboles fortachones. Será por eso que se ha llenado de nidos de distintos pajarracos, que desde temprano, cantan bastante afinaditos. Hay jilgueros, mistos, zorzales, colibríes, calandrias, pirinchos, músicos, tordos, benteveos, gorriones, chingolos, torcazas y otro montón de emplumados, a los volidos por el fondo.
Hace poco volví de correr a la tarde y me senté a tomar aire debajo del cerezo. Estaba quietito. Piolón y manso. De pronto bajó un zorzal que conozco bien porque me parece que lo crió un gorrión que andaba siempre con él cuando era chiquito. Se paró a tomar agua al lado de la piletita de lona, mientras me miraba de reojo. Se ve que desconfiaba. Al rato se dio vuelta y quedó mirándome de frente.
Para cortar el momento le dije:
-¡Que buen color que has tomado en el pecho! Parece que tuvieras un escudo de bronce-
El candidato se infló un poco con el elogio, aunque me parece que no sabía lo que es un escudo y menos lo que significaba la palabra bronce.
Y entonces, cosa de mandinga, el zorzal me hablo. Con voz medio finita pero clara, me empezó a contar varios secretos de su familia, de cómo habían acampado hace tiempo en mi abeto, de porqué él se había criado con el gorrión que yo conocía y tantas cosas mas.
Charlamos un buen rato, hasta que me vinieron a buscar de la veterinaria para atender un perro accidentado con una trampa de zorros.

Yo abrí los ojos grandes, me desperecé mientras bostezaba y allá me fui, pensando en cuanto tiempo habría dormido después de la corrida.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...