Mas vale tarde que nunca.
En estos días escuché que una
corriente cada vez mayor de médicos y profesionales de la salud, cuestiona la
enormidad de análisis, pruebas, estudios y chequeos a los que se someten los
humanos que tienen el dinero para hacerlo, o la obra social que los ampara.
Se ha entrado en un frenesí
diagnóstico.
Y buscamos y rebuscamos en nuestros
cuerpos, hasta encontrar aquello que se aparta de los valores normales para
actuar en consecuencia, sin tener en cuenta que los valores normales obviamente
son mayoría, pero que hay parámetros que se apartan del promedio, sin que
necesariamente el sujeto esté enfermo ni tenga molestias.
La idea sería algo así como: “todo
en su medida y armoniosamente” o, mejor aún, para no dar una connotación
política a la reflexión, se podría concluir con: “ni tanto ni tan poco”.
Algunos de estos procederes se han
trasladado a los animales. No son pocos los que vienen a la veterinaria con
algún perro para una consulta.
La rutina es mas o menos así:
-¿Cómo anda fulanito? ¿Y que es lo
que tiene su perro?-
-¡Nada!-
-¿Cómo nada?- Pregunto yo, mientras
pienso si me estará tomando el pelo, ya que la mascota, efectivamente, luce de
lo mas saludable.
-¡No tiene nada doctor! Solo quiero
que lo vea para que me diga si esta bien-
Yo miro de nuevo al perro, le digo
que esta bien y el tipo se va de lo mas contento, con la confirmación de lo
evidente. Su perro no tiene nada.
Desde ya que hay gente que hace todo
lo contrario. Así me pasó con Gustavo Mendez. Un hombre bien campero que me
trajo su perro Collie cuando hacía más de un mes que no podía defecar. Tuve que
operarlo y sacarle 60
centímetros de intestino con una masa fecal dura como
una piedra. Cuando le pregunté por que no lo había traído antes, me contestó:
-¡Que se yo Spinelli! Pensé que se
iba a mejorar solo y por eso no quise venir a molestarlo al pedo-
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