Recordarán los lectores de estas notas que ya nos
tocó suturar el buche de una cotorra hace mucho tiempo. Ahora, cosa del
destino, nos trajeron otra, con una fractura de tibia por una caída desde la
cama de Clarita, una nena de siete años que lloraba muy afligida por su
mascota.
-¿Se va a morir Jorge?- Me preguntó sorbiéndose los
mocos y con los ojos llenos de lágrimas mientras yo la revisaba en la camilla. Clarita
apenas asomaba su cara sobre el borde de la tabla y espiaba la maniobra toda
angustiada.
La miré sonriente, le aseguré que su pájara no
corría peligro y me puse a trabajar para contener el huesito roto.
-¿Cómo se llama tu cotorra?- Le pregunté mientras
cortaba unos pedazos de madera liviana para entablillarla.
-¡Campanita! Pero como papá le cortó las alas no puede
volar como la Campanita de verdad-
De pronto, la herida movió su pico robusto para hablarme
en voz baja: -¡Pssst! ¡Jorge! ¿De verdad que no es grave?-
Me aseguré que Clarita no escuchara y le dije: -¡No
te preocupes muchacha! ¡En diez días vas a estar bien! Lo que no me imaginé es
que hablaras tan claro-
-¡Claro que hablo! Y canto y silbo como una
campeona, pero te hago una pregunta: ¿No le podés decir a la nena que hable con
su papá y que no me corten más las plumas de las alas? Yo no me voy a ir de la
casa porque ya aprendí a comer con ellos y me encanta, pero poder darme una
vueltita por el aire de vez en cuando me vendría bárbaro-
-¡Bueno! ¡Veo que puedo hacer!- Le dije mientras
terminaba el prolijo vendaje.
-¡Listo Clarita! ¡Acá la tenés! Llevála nomás y me
la traes cada vez que veas que se quiere sacar la venda con el pico… ¡Ah! ¡Otra
cosa! Decíle a tu papá que no le corte más las plumas de las alas porque las
cotorras, una vez que se hacen de la casa, ya no se van lejos, y de esa forma
pueden hacer un buen ejercicio volando-
-¡Gracias Jorge!- Dijo la nena, ya más aliviada, y
se fue corriendo de la veterinaria llevando a su amiga en una caja de
zapatos.
Un mes después, cuando yo ni me acordaba del asunto
de la cotorra, la encontré a Clarita caminando por la calle con su cotorra
parada en el hombro. Desde la camioneta la saludé y le pregunté cómo andaba.
-¡Bárbaro Jorge! A los diez días mamá le sacó las
vendas, y ahora que le crecieron las plumas ya puede volar pero no se va de
casa ¡Estoy recontenta!-
Me despedí de la nena mientras Campanita me guiñaba
un ojo. Salió todo bien.
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