Martín Roldán trabaja de parquero en
la estancia “La Morocha ”,
cerca de Napaleofú. Esa estancia se ha “reconvertido” en un lugar turístico. En
el inmenso y lujoso caserón principal, hay habitaciones de película, donde se
han alojado la mayoría de las estrellas del espectáculo nacional, y multitud de
políticos y nuevos ricos.
Hay allí canchas de tenis, paddle,
fútbol, polo, pato, básquet, y una enorme pileta de natación cubierta, con agua
climatizada, para delicia de los nadadores. Además, tienen un coto de caza de
ciervos, y gran cantidad de animales de distintas especies que pastan como al
descuido cerca del casco, para recrear la vista de los huéspedes.
Entre estos animales, hay una majada
de ovejas Scotish Black Face, a las que siempre se puede ver entre las sierras,
pero no muy lejos del monte. Los corderos sirven para agasajo de los visitantes
y para comida del personal, así que de estos animalitos, Martín eligió el más
gordo para carnear, aquel caluroso día de febrero.
Prolijo como pocos para la faena,
Martín cuereo con esmero y colgó al animal por los garrones, en el balancín del
carneadero. Después lo abrió desde la pelvis hasta el cogote y retiró las
vísceras. Tomó con cuidado la grasa mesentérica y cubrió delicadamente los
cuartos con ella, y para terminar, abrió el rúmen, y vaciando su contenido, se
dispuso a lavarlo en un balde dejando el fino mondongo aparte para un guiso,
pero algo le llamó la atención. Entre el pasto triturado, algo brillaba. Un
collar y un gran anillo con piedras transparentes, aparecieron en la bosta. Les
dio una primera lavada y se los metió en el bolsillo de la bombacha, por las
dudas que apareciera algún curioso.
Se fue al trote a ver al encargado y
le dijo:
-¡Vea Maidana! El cordero que me dio
para carnear ¿Es mío?
-¿Vos estás bien Martín? ¡Claro que
es tuyo!
-¿Y todo lo que hay adentro del
cordero también es mío?
-¡Si Martín! ¡Todo enterito con lo
que hay adentro es tuyo!- Dijo Maidana, francamente divertido con la charla.
-¡Gracias Maidana!- Exclamó Martín y
le dio un abrazo y un beso
-¡Avisá! ¡Paisano mimoso! ¿Qué es
esto de andar a los besos?
-¡Mire lo que encontré!- Y sacó el
collar y el anillo, mostrándoselo al encargado.
-¡Que lo parió Martín! ¡Esto lo debe
haber perdido alguna ricachona quien sabe cuando, y tu cordero se lo habrá
comido de curioso! ¡Vos si que tenés suerte!
Al otro día, Maidana averiguó
discretamente, y supo que en la
Navidad pasada, se habían hospedado un político muy famoso
con su esposa. El asunto fue que al tipo, conocido por sus procederes turbios
al frente de su municipio, le llegaron unos mensajes escandalosos de su amante,
justo cuando se estaba bañando. La mujer los leyó y tuvo un ataque de furia. Al
hombre le tiró con lo que tenía a mano, y después agarró la valija, metió todo
lo que pudo adentro, incluso las joyas que él le había regalado, salió corriendo
de noche por el parque, y la largó desde lo alto de la barranca que está detrás
del monte, justo por donde suelen andar las ovejas.
Por su parte, Martín Roldán
aprovechó un franco para irse hasta Tandil, a consultar a un joyero amigo sobre
el valor de su hallazgo. Casi se desmaya cuando el buen hombre le dijo que las
piedras del collar y el anillo, eran finísimos diamantes montados sobre el oro
más puro, y que valdrían no menos de un millón de dólares.
Cuando se enteró, Maidana solo pudo
repetir el dicho: “Algunos nacen con estrella y otros estrellados”
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