Tener un cuello largo a veces es una desventaja.
Casi todos los mamíferos, salvo los primates, lo tienen. Tal vez sea una adaptación
evolutiva para tener más movilidad en la cabeza y mayores posibilidades de
éxito en la lucha por la supervivencia.
Lo que pasa es que el cuello largo puede sufrir
accidentes como torceduras, golpes, quiebres o dislocaciones, derivados de su
misma exposición.
Así le pasó a esta pobre ternera.
Entró de lo más contenta a la manga para que le
dieran la vacuna contra la Aftosa. Atrás de ella se vino una vaquillona
grandota y peleadora que, por molestar nomás, le dio un fuerte empujón a
nuestra amiga y la estrelló contra las tablas, con tanta mala suerte, que le
dobló su largo y fino cogotito, sacándole las vértebras cervicales de lugar.
Nosotros sentimos el grito dolorido y en cuanto
salieron al corral, nos encontramos a la ternera careta con el cuello
irremediablemente torcido.
De esto ya pasaron más de veinte días. Ayer volvimos
a ese campo y preguntamos por la averiada. Nos dijeron que anda bastante bien.
Ya se acostumbró a comer haciendo algunas contorsiones, así que es muy posible
que se salve ¡Cosas de la naturaleza!
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