Ayer llovía torrencialmente. Imposible salir al
campo, así que estaba de “oficinista” en la veterinaria, haciendo informes y
planillas.
En mitad de la tarde, se presentó la señora Morena,
muy compungida, para pedirme que fuera a ver un perro a su casa.
-¡No hay problema Morena!- Le dije cortésmente, aunque
la idea de salir en medio del temporal no me entusiasmaba demasiado.
-¡Sí hay problema Jorge! El perro que quiero que
veas no es Mosquito, el mío. Quiero que veas un callejero que va todas las
noches a comer a mi casa y duerme en el galpón. Si luego aparece, voy a tratar
de tenerlo atado para mañana-
-¡Bárbaro! ¿Y qué le han notado de raro? ¿Está
enfermo?-
-¡No! Tiene la manito derecha terriblemente
hinchada. Me dijo un hombre del campo que sabe mucho, que ese perro debe estar
quebrado-
-¡Listo! Mañana nos vemos y voy a tratar de
arreglarlo-
Hoy preparé todos los elementos para atender al candidato,
previendo una fractura, y me fui hasta la casa. Me estaban esperando con el
animal atado. Se trataba de un enorme Collie, bien peludo, que lucía tristón y
dolorido. Su manito derecha, desde la mitad de su largo, hasta las uñas, tenía
tres o cuatro veces más tamaño que la izquierda, y los dedos, enormes, estaban tan
separados que parecía la garra de un puma.
El perrito se entregó sumiso a la revisación. Pronto
noté que no había fractura, pero no me daba cuenta del motivo de semejante
inflamación. Hasta que de pronto, levantando el pelo, note algo enredado
alrededor del miembro. Era una bandita elástica que algún gracioso le habrá puesto al
perro, seguramente para divertirse, sin darse cuenta del enorme daño que le
hacía. El trámite no fue más que sacarla y aplicar un antiinflamatorio. La
señora Morena me miraba entre enojada con el bromista y aliviada por ver que el
caso se había resuelto tan fácil. Yo me volví a la veterinaria lamentando no
haber sacado alguna foto para ilustrar esta nota.
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