Está bien. Se entiende que se reclame por los
derechos humanos. Pero hay veces que parece un exceso. Se invocan los derechos
humanos de las víctimas de la dictadura, los de los delincuentes que sufrieron
una mala crianza, los de los mapuches, los de los sindicalistas, los de los
funcionarios K, los de los chicos que toman colegios, los de los piqueteros y
cortadores de calles y la lista sigue indefinidamente.
Pero no hay contrapeso. Debería machacarse en la
cabeza de los argentinos que también existen los “Deberes humanos”.
Los ciudadanos deben respetar la ley sin
contemplaciones; los chicos deben estudiar y cumplir las normas de los colegios
y universidades; los trabajadores deben trabajar incansablemente, tratando de hacer
las cosas lo mejor posible; los políticos deben servir a la ciudadanía,
sabiendo que su paso por la función pública es fugaz y solo les devolverá
fatigas y disgustos, jamás dinero mal habido; los periodistas deben decir siempre
la verdad, sin transformarse en operadores políticos; las fuerzas de seguridad
deben cuidarnos y ser respetadas y dignas de admiración.
Es fácil. Es simple. No robar, no mentir, no
levantar falsos testimonios, no matar fiscales, no molestar a los que trabajan
con marchas y cortes, servir los servidores, trabajar los trabajadores y
estudiar los estudiantes.
¿Y si empezamos a preocuparnos por los DEBERES
HUMANOS?
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